Que en América Latina se afiancen lazos diplomáticos es un objetivo loable, sin embargo, si esta pretensión viene acompañada exclusivamente de cargas ideológicas y adoctrinamiento, pierde su sentido primario. Ya he escrito sobre la propuesta que lanzó en su discurso el presidente del Senado Roy Barreras, quien mencionaba en la posesión del hoy presidente Petro la posibilidad de tener una moneda común en Sudamérica y un Parlamento “vinculante”. En esa columna expliqué que además de un despropósito en materia económica, estos afanes grandilocuentes podrían terminar muy mal para todas las partes.

Sandra Borda, profesora de Uniandes y exaspirante al senado por el Nuevo Liberalismo, ha estudiado ampliamente la historia de la política exterior colombiana.

Ella, a quien considero mejor académica que candidata, en su libro ¿Por qué somos tan parroquiales?, ilustra bastante bien el pasado y presente de la diplomacia nacional. Les recomiendo a quienes les interese el tema que lo compren, es un texto ágil que nos ubica muy bien en nuestras dificultades como país en esta materia. Ha habido tradicionalmente falencias en el manejo de las relaciones internacionales, y en definitiva se necesitan empezar a realizar correctivos serios y sostenibles.

Lo que no puede ser, es que se pretenda evolucionar en esta área, a partir de una confección ideológica. Y no porque yo no coincida con la izquierda latinoamericana actual y sus ideales, sino porque cuando el péndulo del poder se vuelva a mover hacia el otro lado -que eventualmente lo hará- entonces esa unión se desvanecerá. En definitiva, los cimientos no pueden tener un color u otro, porque nace esa integración en arenas movedizas y con alto riesgo de desaparición.

Petro, Boric, AMLO, Kirchner, Maduro (sí, incluso él); son pasajeros, como todo aquel que gobierna. Porque la única seguridad de quien ostenta el poder es que algún día lo perderá. Entonces… ¿vale la pena apoyar una propuesta de pseudo-unificación latinoamericana a partir de vanidades temporales?, diría yo que no.

Lo que sí necesitamos con urgencia en el sur del continente son políticas serias, negociaciones que permitan que los ciudadanos de uno u otro país puedan relacionarse en lo económico, social y académico con menos trabas. Esta no es una tarea de tinte ideológico sino de sentido común. En especial con Venezuela, recuperar el tiempo perdido por el gobierno Duque será imposible, pero sí se puede reparar para que en un futuro cercano ambas poblaciones gocen de una frontera cordial. No debe este ser un mero espacio de show y luces para Armando Benedetti, y me da la impresión que él lo sabe. Si se quiere lucir, que lo haga, que se gane los aplausos a punta de una buena gestión. Sería yo la primera en reconocerlo a pesar de no comulgar con su jefe Petro.

Los organismos regionales pueden ser reactivados, no me atrevo hoy a señalar si es eso una buena o mala idea, no tengo suficientes insumos para analizarlo. El tema de la moneda si insisto: no tiene ni pies ni cabeza. Ojalá que la novedosa simpatía ideológica, no sea excusa para construir unas relaciones a partir del poder actual que ostentan los respectivos mandatarios, porque nada más pasajero que el poder mismo.