Lo que pasó el domingo en España es la respues­ta al fracaso del Sanchismo.

La política española es apasionante, su di­námica es diferente por sistema a la nuestra, pero igual de seductora para la atención de quienes seguimos frenéticamente estos temas. Por cuestiones familiares cursé parte de mi bachillerato en Manresa y después ganaría la beca Botín para hacer un semestre de universidad en Barcelona; Cataluña es también casa para mí. Lo que ha pasado en los últimos años en la ciudad condal bajo el liderazgo de Ada Colau es lamen­table, gracias a los resultados de ayer se abre una luz de esperanza.

El gran fenómeno ha sido Isabel Díaz Ayuso, dicen al­gunos. Lo de ella es fenomenal, sí, pero no una sorpresa. Esta mujer es hoy una de las líderes más visibles de la centro derecha europea. El espacio liberal democrático se recompone y eso causa alegría. En Madrid le han premiado su gestión, lo ha hecho bien y es evidente. Pablo Iglesias e Irene Montero desde Podemos se pue­den empeñar en querer empantanarlo, pero les ha sido imposible. Ella tiene lo que ellos no: resultados.

En otras columnas ya he escrito sobre Cayetana Ál­varez de Toledo, quien ha realizado una labor titáni­ca también. En la época reciente no creo que haya­mos gozado del privilegio de contar con una política de su talla discursiva. Esta mujer además de recorrer­se Iberoamérica intentan­do proteger los valores democráticos liberales, ha hecho un trabajo de filigrana en las elecciones catalanas. Lo del domingo va mucho más allá de de­rechas o izquierdas, es el triunfo de la razón por encima de las propuestas iden­titarias.

Pedro Sánchez ha convocado a elecciones para el 23 de julio, si bien los titulares hablan de votaciones “antici­padas”, lo cierto es que son “demoradas”. El presidente español se empeñó en quedarse en la Moncloa a pesar de lo obvio. Los comicios que se avecinan no creo que sean para irse, de alguna forma él estará pretendiendo quedarse. El poder rara vez se abandona voluntaria­mente.

¿Le alcanzará al Sanchismo? No lo creo. El hartazgo con un PSOE que se ha dejado comer –al menos en tér­minos de visibilidad– por Podemos, es enorme. Irene Montero dice y hace disparates, es su ministra con ma­yor vocería, le guste a Sánchez o no. El haber pactado y cedido ante la formación morada le ha salido mucho más caro de lo que pensó, al menos ante el electorado.

Ahora al Partido Popular le toca mantenerse unido, sin fisuras de esas que causan los celos, algo que históri­camente les ha costado. Han dado un paso importante, pero la política va a una velocidad vertiginosa, necesitan no romperse para llegar a las generales sólidos.