A algunos les encantó, escuché comentaristas deportivos de varios países asegurar que estaban impactados por cómo le hablaba a Kylian Mbappe tras la derrota. A otros les pareció un desatino, sus contradictores políticos no se demoraron en saltar a señalar que al goleador se le notaba incomodo cuando el primer mandatario lo abrazaba.

El caso es que en un mes, en el que el mundo casi se detuvo para solo pensar en si Lio Messi iba ser capaz de liderar a sus selección y convertirse en campeones; del político que más se habló fue de Macron. Hábilmente supo ponerse en el centro de atención, que estaba en Catar y no en Paris. Si algo sabe hacer él, es precisamente leer la agenda y ubicarse en el mejor sitio para protagonizar. No olvidemos sus emblemáticas fotos en su despacho, con teléfonos y camisa remangada, en pleno estallido de la invasión rusa a Ucrania. Haciendo y posando de negociador. Y ojo, eso es lo importante, que no nada más posa, sino que también hace.

Macron sabe que sus críticos no le van a perdonar ni una. Por eso no es a ellos a quienes les esperar llegar con imágenes como las mencionadas. Su puesta en escena está teledirigida para sus adeptos y el público internacional. Lo de ejercer un liderazgo mundial era una de sus ambiciones al llegar al cargo y en esta segunda fase de su mandato, lo ha logrado. El líder de En Marche! sale hoy en el doble de portadas que el Presidente de los Estados Unidos. Está más sintonizado con las nuevas generaciones, se sabe vender.

Mbappé no es solo la máxima figura del fútbol mundial actualmente, también es un símbolo de la política migratoria francesa, bandera de Macron. Cuando el goleador del PSG fue tentando por una jugosa oferta del Real Madrid, fue con el Presidente francés una de las conversaciones más importantes que tuvo para decidir quedarse en el club parisino. Luego Kylian lo revelaría en una entrevista, y los puntos de popularidad del dirigente aumentarían.

Las opiniones sobre un político siempre están divididas, los personajes de la vida pública generan amores y odios. Tienen fanaticada pero también andan levantando ampollas cada segundo que están en el poder. A los que les va mal en las encuestas se les juzga cruelmente y se les acusa de no estar en sintonía con el pueblo. Pero a los que les va muy bien en los sondeos, se les critica igualmente y se les acusa entonces de que gobiernan nada más pensando en la foto y en la fachada. Macron, un viejo jugador de la arena política lo sabrá perfectamente.

Después de su primera administración pudo ser expulsado del Palacio del Elíseo pero eso no sucedió. Se quedó en el cargo. Así que cuenta con esa carta de aprobación: fue reelegido. De seguro lo seguiremos viendo, con su juventud, son varios los cargos que le quedan aún, y él lo sabe.