¿La suerte de la fea, la bonita la desea? ¿Quién dijo que el refrán popular es una verdad absoluta? Al parecer la idea de la belleza es una subjetividad presumida desde una aparente objetividad por quien la califica, la promueve o la denuncia. Lo cual no excluye que no sea susceptible de una valoración ajustada a la realidad. Muchos repiten ese refrán para referirse a que no siempre lo más agradable a los ojos o la estética ideal, goza de la mejor fortuna o vive alejado del azar favorable a sus aspiraciones.
Y si el deseo de la bonita no es la suerte, sino ser fea, ¿Sería imposible? ¿Podrá alguna hermosa, renunciar al reconocimiento y la consideración de su belleza, a cambio de ser catalogada como poco agraciada o un ejemplar de la fealdad? Casos se han visto. Y no en los cuentos cuyos personajes son brujas de imagen tenebrosa.
Algunas sociedades dotadas de una apariencia estética sublime, representada en sus hermosos paisajes, notable geografía, gran biodiversidad y vista excepcional, pareciera que desearían la suerte de las feas. Esas naciones llenas de selvas, ríos místicos, magníficas zonas cultivables, inigualables recursos naturales, costas y playas de otros mundos, pero en nuestro planeta, no gozan de la suerte de aquellas que viven bajo duras condiciones climáticas, entre heladas, desiertos o la inclemencia de terremotos y huracanes. Además, cuentan con pocos días para apreciar el sol, la luna y las estrellas.
Algunos de sus habitantes dicen que hay muy poco espacio para soñar, aunque sus necesidades básicas están plenamente satisfechas y sus problemas no son referidos al valor de las facturas de los servicios públicos, el acceso al agua potable, la calidad o la remuneración de sus empleos, la eficiencia de la rama judicial, la perfección del sistema de salud o el prestigio de sus claustros académicos. Esas sociedades podrían ser vistas como feas para quienes tienen otra forma de ver la vida, porque no miran más allá de su contexto. Han cambiado la hostilidad por el bienestar. Transformaron la aparente fealdad, por el deseo de la que se cree bonita.
¿Cómo lo lograron? Ese es el secreto y la revelación. Otro refrán dice que no existen feas: Hay gente mal vestida o pésimamente maquillada. Para ellos, se puede tener arena blanca en una playa que habitualmente es negra, porque a muchos turistas les gusta el agua cristalina y no valoran el oscuro y hermoso color natural de su propio mar. La belleza mal gestionada puede ser un síntoma de la fealdad, aunque quien se vea en el espejo considere que su apariencia es tan perfecta como su propia egolatría.
La más hermosa del mundo, será el mundo de quienes valoran su hermosura. La suerte de la fea puede hacer que su belleza sea superior a su propia suerte. Porque aún aquello que creemos que es feo, lleva implícita una noción de la belleza. Inclusive, lo amorfo tiene su propia forma. Nuestra sociedad tiene los síntomas de la belleza: No es fea. Es la más hermosa con su propia suerte: Su imagen es el Estado y su apariencia es el gobierno. Por eso muchos la desean.