Hace una semana, reunido con el nuevo decano de Ciencias Básicas de la Universidad Simón Bolívar, un bogotano cuya vida ha transcurrido entre su ciudad natal y Bucaramanga, y que aceptó venirse a vivir a Barranquilla, le pregunté cómo se sentía en la ciudad y, con la rapidez del currambero, me espetó: “chévere, sumercé, gozando la calidad de vida de la ciudad, su alegría, su calor humano y tratando de aprender el lenguaje coloquial para integrarme plenamente”.

Con alegría me contó que ya conocía expresiones como ajá, bacano, monocuco, ponte pálido y cógela suave. “Con la que más dificultad he tenido para comprender su significado es esta última, por la diversidad de sentidos que le da la gente y las múltiples ocasiones en que las utiliza, pero lo que sí he entendido con claridad es que no es una invitación a flojear ni a asumir una conducta irresponsable”.

Contrario a lo expresado por el decano, nuestros conciudadanos del altiplano andino nos estereotipan con esta frase como flojos. Con suma frecuencia, en las telenovelas costumbristas del Caribe, pero escritas o dirigidas por gente del interior, insisten en repetir en los libretos esta expresión popular para manifestar proclividad a incumplir las responsabilidades.

En realidad, esta frase es una invitación a vivir y compartir nuestras costumbres, nuestra forma de ser y ritmo de vida, la riqueza cultural y natural de nuestro entorno y la alegre manera de comunicarnos.

Esa es la verdadera esencia Caribe: ni perezosos, ni descuidados, pero sí integrados a las características estéticas naturales de nuestra costa, como la cercanía y el calor humano en la interacción social, alegres como el cantar de las aves propias de esta región y vistosos en nuestro vestir como los bellos colores del cielo y el entorno, diametralmente opuesta a la forma de ser y actuar de quienes viven en climas fríos y lluviosos y cielos grises.

Nada más maravilloso que caminar por la playa, desconectados de los afanes cotidianos, y mojar los pies en la espuma de las olas que llegan hasta la orilla como si quisieran saludarnos. Ese mismo goce del que se privan quienes visitan estos ambientes naturales enchancletados y con las medias puestas, quizás por temor a deshacerse de sus costumbres andinas o para evitar desinhibirse tras el contacto con el mar. En ese momento les decimos: cógela suave y únete al gozo.

Cogerla suave no se trata de no valorar el tiempo, de ser improductivos o vivir en Carnaval permanente y escuchar música a todo volumen, como suelen caricaturizarnos; al contrario, la producción cultural, científica, académica y deportiva de la región, demuestra que no es así. Un aspecto que me gustaría resaltar de manera singular es la creatividad ilimitada e imaginación macondiana que nos permiten ser líderes en este mundo actual cambiante que nos exige reinventarnos todo el tiempo.

¡Cógela suave!: aprecia la belleza de nuestro entorno, haz llevadero el corre-corre diario y conéctate con lo más importante y, al mismo tiempo, efímero: tu felicidad y la vida.