El Heraldo
Opinión

La enfermedad del cuerpo social

Pensando que el orden social debía ser como la biología del cuerpo humano, el sabio francés Augusto Comte desarrolló su teoría “de la buena sociedad”: el cuerpo social estaría integrado por un conjunto de sistemas como el político, el económico y el normativo, que deberían trabajar sincronizadamente e ir desarrollándose como lo hace el cuerpo humano.

Comte se imaginaba una sociedad en perfecta armonía, con estructuras y funciones casi que autorreguladas; así, el orden social se basaría en el acuerdo mutuo para que todos pudiéramos integrarnos, alcanzar metas y sentirnos permanentemente motivados.

El sueño de Comte de crear sociedades prósperas, democráticas, civilizadas y armoniosas parece desvanecerse hoy. Y lo que se observa es una sociedad en crisis, en la que, en lugar del consenso que buscó el sabio, solo se percibe el temor, el conflicto y el sufrimiento humano. 

Cuando uno mira el acontecer de América Latina, basta alzar la vista hasta donde nuestros vecinos: Venezuela, un Estado en derrumbe, o quizás ya derrumbado, que ha generado un aluvión de refugiados que huyen forzados por la violencia arbitraria del Gobierno o por la precariedad económica. Nuestro vecino Brasil, donde, cansados de sus líderes tradicionales y de la corrupción, el país ha elegido un nuevo gobernante que en la campaña solo sembró odio hacia los más débiles.

En todos nuestros países se observa un descontento con la democracia. Probablemente nuestra clase política tradicional tiene una cuota importante de responsabilidad. Pero también las ideas liberales anglosajonas han generado un nuevo hombre más individualista que solo piensa en sí mismo; insensible al sufrimiento de los otros. Hoy cada quien se lamenta de sus propias tragedias, y, a la hora de elegir nuestros gobernantes, pareciera que la solidaridad y el altruismo no cuentan. Sino que votamos por aquel que nos va a permitir participar de las ganancias.

El ser humano contemporáneo está mucho más informado, pero con un intelecto más pobre. Se alimenta de lo superfluo de Twitter y de las cadenas de WhatsApp. Por eso, está siendo presa fácil para el populismo, que se está convirtiendo en un virus mortal para el cuerpo social de América Latina.

El populismo es prometer lo que se sabe que no se va a cumplir. Es mentir y manipular emociones. Basta un buen eslogan, ubicar un enemigo a quien odiar o que asuste. De esta manera, los electores no votan por ideas, sino por odios y miedos. Es difícil mejorar una sociedad en donde la gente, en lugar de usar sus mentes para discutir ideas, utiliza sus vísceras para sentir odio por el otro.

Colombia no está libre del virus mortal del populismo. Las demandas por seguridad ciudadana, por más y mejores empleos, por la erradicación de la corrupción son carencias que pueden ser aprovechadas por demagogos y populistas. Cuyo fin sería desintegrar el espíritu de la nación, como vemos en la hermana República de Venezuela.

joseamaramar@yahoo.com

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