He dedicado gran parte de mi vida profesional al estudio de la psicología evolutiva, que trata de entender científicamente el mundo de las personas desde antes de su nacimiento hasta el final de sus días, investigando hasta dónde la biología, la cultura y el aprendizaje nos determinan.
Uno de los temas más espinosos es el estudio de las semejanzas y diferencias entre hombre y mujer. Hasta los años 60 del siglo pasado en Colombia se pensaba que el destino de una mujer era casarse y se le asignaba el papel de ama de casa, madre y compañera sexual. Las mujeres vivían una forma de esclavitud, sometidas a la arbitraria voluntad de los hombres.
Afortunadamente, con la Revolución Industrial se masificó el anhelo de las mujeres por una vida más digna, iniciándose el largo camino de lucha por la igualdad de derechos, y en la medida que en el trabajo la fuerza fue siendo reemplazada por las máquinas, han podido irse liberando de esa condición indigna a la que eran sometidas. Este proceso de liberación de las mujeres es seguramente el logro moral más importante de nuestra especie.
Los movimientos feministas de igualdad de trato que surgieron producto de la tradición del pensamiento liberal permitieron combatir la discriminación sexual y otras formas de injusticia hacia las mujeres, lo que ha facilitado que sus vidas transcurran en una sociedad más justa. Aunque todavía persistan formas de desigualdad y maltrato a la mujer, no debemos olvidar que en otras sociedades no liberales siguen sometidas a las peores formas de esclavitud.
Los psicólogos evolutivos hemos comprobado científicamente que la especie humana, aun siendo de distinto sexo, tiene muchas semejanzas. El discurso de la igualdad de derechos es un gran logro; sin embargo, el discurso del feminismo de género, que afirma que las diferencias entre hombres y mujeres no tienen nada que ver con la biología, sino que es completamente construido socialmente, nos está llevando a un conflicto peligroso.
Este discurso que ve la relación hombre-mujer como un conflicto por el poder se reflejó en Colombia, en alguna medida, en unas cartillas de educación sexual del Ministerio de Educación del gobierno anterior, lo cual generó un profundo rechazo, especialmente en los sectores religiosos, que son la mayoría del país, que casi tumban los acuerdos de paz y facilitaron el triunfo electoral del actual presidente Duque.
Las diferencias biológicas entre hombre y mujer no radican solo en que tienen genitales diferentes. El psicólogo Steven Pinker señala que “en todas las culturas los hombres son más agresivos, más dados al robo, más proclives a la violencia letal (incluida la guerra) y más propensos a cotejar, seducir y ofrecer favores para conseguir sexo”. Los estudios evolutivos de los mamíferos han explicado además que los machos son más agresivos, competitivos y polígamos.
En una sociedad de derechos debería existir igualdad entre hombres y mujeres. A través de la historia los hechos han demostrado que cuando hay libertad e igualdad de derechos, todos nos beneficiamos. Por ejemplo, las dos personas de origen barranquillero de mayor transcendencia en los últimos veinte años han sido dos mujeres: Shakira, que con su música ha llegado a casi todo el mundo, y Sofía Vergara, una de las estrellas más sobresalientes de Hollywood.
El nuevo discurso de género que propone una lucha por el poder contra el hombre explotador no tiene base científica. La genética, la neurociencia y la psicología nos han enseñado que somos diferentes en muchos aspectos, pero también somos complementarios. Por eso deberíamos llevar la fiesta en paz.