Y jugó mucho mejor que en Buenos Aires contra River Plate. Frente a Fluminense, fue capaz de mantener el buen nivel, el espíritu competitivo y la superioridad durante todo el partido. No solo confirmó la buena y continua posesión del balón de la que hizo gala en Argentina durante un periodo, sino que la extendió hasta el final y con el necesario agregado de la producción de jugadas de gol.

El jueves anterior varias veces estuvo cerca de anotar más de un gol, y no sólo el que convirtió, además, a mi juicio, a través de un penal inexistente. Las decisiones arbitrales son así, humanas, imperfectas, algunas veces (ante River) perjudican y otras (ante Fluminense) benefician.

Defensivamente, Junior controló a Fluminense y lo redujo apenas a un par de llegadas con riesgo. Presionó con mucha agresividad y constancia. Todos comprometidos en ese exigente desafío táctico y físico.

Y todos activos y solidarios para ofrecerse siempre y darle posibilidades de pase a su compañero. Es la única fórmula para dominar el trámite desde la posesión criteriosa de la pelota. Cuando usted observe excesos de conducción es porque algo no funciona bien desde lo colectivo, porque el resto, los que están sin el balón, no están haciendo su tarea.

Las llegadas al fondo de Viafara, los peligrosos remates de Pajoy, la posición entre líneas y por el centro de Cetré, la regularidad de Hinestroza; la siempre amenazante presencia de Borja en el área rival, la correcta respuesta defensiva de los centrales, son algunas razones en singular de la buena presentación en plural de Junior.

Y, aparte de estas, y sobre todo, estuvo la sobresaliente actuación de Didier Moreno, con la secundaria, pero necesaria colaboración de su socio Larry Vásquez en la mitad de la cancha. Moreno ganó un sinnúmero de rebotes en ataque. Siempre cerca de la jugada respaldando o iniciando la recuperación. Distribuyendo con acierto. Con un protagonismo útil durante todo el partido en defensa y ataque.

Quizá, el único que no estuvo en el nivel promedio fue Fuentes. Era evidente el buen juego del equipo que su técnico, en una sensata decisión, apenas en el epílogo del partido autorizó dos sustituciones.

“Pero, la tabla de posiciones, los puntos ganados no refrendan tu opinión”, me dijo un hincha del equipo, entre triste y enojado. La dureza del resultado. No me extraña. Lo peligroso es que esa aseveración, a veces reclamo, otra frustración, puede llegar a los jugadores y entonces se pregunten: “¿Para qué jugamos bien sino ganamos?”.

Podrían contrarrestar la duda pensando “estamos jugando bien, cada día mejor, esto nos acerca a la victoria”. Está muy claro cuál refuerza la motivación, y cuál es tóxica y tiene pretensiones de sabotear la confianza. Los próximos partidos nos dirán por cuál se inclinaron los jugadores.