Fue el día posterior a la eliminación de la Selección Colombia del Mundial de Rusia, a manos de Inglaterra, por la vía de los lanzamientos desde el punto penal. Fue en la icónica Plaza Roja de Moscú, en medio del ceremonial acto de cambio de guardia. Fue un encuentro casual de un grupo de periodistas de Caracol Televisión y Blu Radio con el presidente de la Federación Colombiana de Fútbol, Ramón Jesurun. En el imprevisto encuentro, transformado inmediatamente en una informal rueda de prensa sin micrófonos, el presidente expresó sus opiniones alrededor del desempeño de la Selección. Entre varias de las cosas que dijo, a mí personalmente me gustó cuando, con la vehemencia verbal y gestual que lo caracteriza, reclamó la presencia de un técnico que de una vez por todas ‘no le tenga tanto respeto a algunos rivales’ y lograra ese convencimiento en los jugadores. Su concepto nacía de la generalizada opinión, la de él incluida, que había sido muy conservador el planteo de la Selección ante los ingleses.
Qué bueno, pensé, al escuchar a Ramón Jesurun dialogizar su deseo, porque yo también creo que por el crecimiento del futbolista colombiano es un buen momento para dar ese paso. Pero contradictoriamente con ese deseo de cambio de mentalidad para escalar algún peldaño más en la élite, el presidente y los demás dirigentes no envían el primer mensaje en la búsqueda de ese cambio: el Mundial finalizó hace más de tres meses y la Selección Colombia no tiene aún a su técnico.
Si de verdad se quiere crear un compromiso con el sueño de ser mejores se debe empezar desde arriba, desde las decisiones coherentes de la dirigencia. El mejor, pero el más escaso recurso en la actual dinámica del fútbol mundial, es el tiempo. Precisamente el que inexplicablemente la Federación está desperdiciando. Le ha esquilmado al nuevo entrenador seis partidos, seis encuentros con los jugadores, para empezar a conocerlos, para socializarles su ideario, su método, sus objetivos. Y si por lo que resta de este año no se toma la decisión, entonces serán seis meses perdidos. No se puede querer que la mentalidad ganadora aparezca de la nada. Se deben tener acciones que vayan en concordancia con ese propósito. Que esa meta de querer ser mejores modele conductas. Las primeras, las de los que dirigen.
El puente que más cuesta atravesar es el que separa las palabras de los hechos, reza un viejo adagio. La Federación se está demorando en atravesarlo.
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