El partido ante Nacional, en Medellín, tras el contundente 3 a 0 en el partido de ida en Barranquilla, representaba no solo la ratificación de la clasificación a semifinales de la Copa, segundo torneo del rentado colombiano que entrega al campeón un cupo a la Copa Libertadores, sino una gran oportunidad, por el rival y lo que despierta en el sentimiento del hincha rojiblanco, para desplegar un accionar con la valentía, el protagonismo y la búsqueda agresiva que lo ha identificado, y se le ha reconocido, en condición de local  y que, hasta ahora, no la había replicado, en fondo y forma ( resultado y juego), cuando competía en otra ciudad.

La primera señal que dejó ver la intención pre partido nació de la alineación. Si es bien sabido que las alineaciones sugieren, pero no confirman, el mensaje que envía el técnico, futbolístico y anímico, desde una decisión tan visible, que tiene una orientación, activa una actitud inicial en el jugador que, obviamente, tiene que estar sostenida por un modelo de juego entrenado y una convicción en este.

Para este partido, con un amplio marcador a su favor y en condición de visitante, con lo que esta condición ha maleducado la conducta de los futbolistas y entrenadores, y que casi siempre modifican su propuesta, Junior no hizo variantes “típicas”, aquellas de volantes de marca por un volante ofensivo o un delantero. El equipo de Barranquilla alineó a Bacca y Valencia en el frente de ataque. Y a Sambueza, Giraldo, Hinestroza y Pacheco para acompañarlos muy cerca. Además, retornó Didier Moreno al medio del campo, el que lidera y transmite, desde su despliegue y fortaleza física, la idea de agresividad y presión que quiere el técnico sea la constante del funcionamiento colectivo.

El desarrollo del partido coincidió con la intención inicial de la nómina. Junior tuteó a Nacional, lo presionó, lo sometió la mayor parte del partido. Fue vigoroso en su accionar, mostró un gran despliegue y un gran interés por atacar. No especuló. Por el contrario, impuso el ritmo, no le dio comodidades a un equipo que tiene jugadores con una buena relación con el balón y capaces de desequilibrar. Tuvo una muy sólida y coordinada defensa (muy buen partido de Haydar), imprescindible para sostener la presión y la postura dominante en el campo del rival. Castrillón, uno de sus integrantes tuvo tiempo y capacidad para anotar el gol de la ventaja de golpe de cabeza.

Con fútbol y temperamento, Junior superó en la nota general del trámite a Nacional, más allá del gol del empate de este, vía penal, en el epílogo del partido.

No fue, ni mucho menos, el partido perfecto. Pero Junior fue capaz de mostrar personalidad ante un gran rival y de visita. Impuso su idea, la misma que supera físicamente a los rivales y le da el protagonismo del partido. Aún con imperfecciones a la hora de resolver jugadas de ataque. Aún sin descubrir momentos de un necesario regodeo con el balón para dominar el trámite.

De aquí en adelante la tarea del Junior debería ser mantener y mejorar el comportamiento y el carácter que mostró ante Nacional, frente a equipos que no transmiten la misma motivación que despierta el equipo verde de Medellín. Que no solo sea la rivalidad que se agrandó en los últimos años con Nacional la que motorice el estilo y el temperamento. Que sea la convicción y el compromiso.