El jueves anterior, comentaba el partido entre Deportivo Cali y Millonarios. Me deshacía en elogios con Teófilo Gutiérrez porque, con 38 años, regalaba sabiduría futbolística en cada una de las acciones ofensivas en las que intervenía.

Me parecía admirable cómo encontraba siempre la mejor solución, el pase preciso y con ventaja para sus compañeros, la llegada al área para rematar y exigir al arquero Montero que se transformó en la gran figura durante el primer tiempo. Era el Teófilo reconocido como uno de los delanteros más inteligentes y técnicos del fútbol colombiano en los últimos años.

Un futbolista con esa excepcional dualidad que lo hizo ser admirado por los hinchas del fútbol: preciso y seguro en la zona de definición y lúcido y visionario en el proceso creativo. La inteligencia táctica y la sensibilidad técnica de Teófilo le sirvieron para ser el complemento perfecto de Falcao García en aquella selección Colombia que jugó muy buen fútbol antes del Mundial de Brasil 2014.

Estaba en ese regodeo con la clase futbolística que aún conserva Teófilo a sus 38 años cuando irrumpió el otro Teófilo que cohabita en el cuerpo y el cerebro de este. Sobre un costado de la cancha, en una jugada inocua va y pisa alevosamente al defensor de Millonarios. Jorgee Arias, estando en el suelo.

Ese otro Teófilo pendenciero, mal intencionado, ha sido veinticinco veces expulsado. ¡26 expulsiones! En un jugador de su calidad y cerebral estilo es inaceptable y, desde todo punto de vista, reprochable. Y absolutamente irresponsable.

Pertenezco a la legión de admiradores del valiente Teófilo que siempre pide el balón, lo trata con sutileza y es influyente en el constructo ofensivo. Pero rechazo y descalifico al otro que cree ser valiente y es apenas un impresentable agresor, un irracional buscapleitos que lamentablemente muchas veces se impone. Pero solo él sabrá cuánto perjudicó o benefició ese malévolo personajillo a su ya dilatada carrera futbolística.