Hace 48 años, Estados Unidos $edujo a Pelé para impulsar su liga interna, casi invisible para el gran planeta fútbol, el de la alta competencia, el de la élite.

Al Rey del fútbol lo siguieron algunos príncipes como Beckenbauer y Cruyff. Pero, más allá del impacto mediático inicial, alguna curiosidad de los más futboleros, y la muy americana despedida de Pelé el 1 de octubre de 1977, la liga de soccer (así le dicen a nuestro fútbol) no subió escalones en el ranking mundial.

Después de tantos años, la MLS vuelve a la carga y acaba de seducir a Messi, el rey del fútbol del siglo XXI, a través de su contratación por el Inter de Miami, el equipo de David Beckam.

No se dan por vencidos los dirigentes del futbol en Estados Unidos en su empeño por entronizar el más popular de los deportes en el gusto y la pasión de unos hinchas más vinculados emocional y culturalmente al béisbol, baloncesto, y fútbol americano. No ha sido posible, aún teniendo selecciones con permanentes participaciones en los mundiales y un fútbol femenino muy reconocido.

Les emociona más los deportes con las manos, los que tienen más aciertos, los que no aceptan el empate. Y, tal vez, porque en esos deportes tienen verdaderos ídolos nacidos en su país, y son los mejores del mundo. Ídolos cercanos e inspiradores de los niños y jóvenes americanos que quieren ser como ellos.

En el fútbol, no hay un jugador estadounidense en los 500 mejores futbolistas del mundo. Les llega Messi, indudablemente, con una mejor actualidad que la de Pelé en aquel momento, como campeón del mundo hace apenas seis meses, y con una incrementada colonia latina amante genuina del fútbol. Con más medios de comunicación para multiplicar el hecho.

Llega, además, para ser la cara promocional de la Copa América del próximo año y del Mundial de 2026, eventos de los que Estados Unidos será anfitrión. Y, sueñan ellos, que la sociedad de estos dos fenómenos mundialistas sea la catapulta para posicionar a la MLS en el estrato 6 del planeta fútbol.