No consiguió el PSG alcanzar el objetivo mayor: ganar la Champions League y convertirse en el equipo más admirado por los hinchas del fútbol en todo el mundo.
El faraónico proyecto de su multimillonario propietario al juntar a Messi, Neymar y Mbappé no tuvo la imprescindible complementariedad entre ellos y la obligada conexión con el resto para encontrar la cohesión, la que identifica a un verdadero equipo.
El fútbol no es solo juntar buenos jugadores, ni siquiera, como en el PSG, a extraordinarios jugadores, sino, entre otras, acordar voluntades, deponer egos, perfeccionar un funcionamiento, complementar talentos.
Brasil 70 logró hacer convivir armoniosa y eficazmente a dioses ‘dieces’ porque, salvo Pelé, los demás, Rivelino, Gerson, Tostao y Jairsinho, ‘sacrificaron’ el rol que tenían en sus clubes y contribuyeron desde otro lugar (Gerson más atrás, Rivelino más a la izquierda, Jairsinho más a la derecha, Tostao más de punta). En esa Brasil se pensó más en el beneficio grupal que en el personal.
El individualismo de Mbappé, las veleidades de Neymar, y el actual Messi que necesita mucho más la consistencia y el apoyo de un equipo, conspiraron contra la ilusión de los hinchas del fútbol de disfrutar de un tridente de ensueño. Y, no hubo un técnico capaz de acoplar estos glamurosos futbolistas con otros funcionarios y darle lucidez y brillo a un sistema de juego. Bastó para seguir dominando la liga francesa, pero no para jugar a un nivel superior y conquistar Europa.
Los hechos de los últimos días parecen ser el anuncio del final de esta aventura futbolera (¿capricho?) del Jeque dueño del equipo parisino. A veces, como este PSG, tres son multitud.