Dónde y cómo se defiende ya hace parte del funcionamiento táctico del equipo. Más atrás para reducir el espacio, más adelante, defender prioritariamente el arco o recuperación tras pérdida, o intentarlo con la mayor conservación del balón hacen parte del gusto del entrenador y las posibilidades de los jugadores.

En realidad, los equipos deben saber interpretar cada momento del partido y en función de eso acudir a una u otra manera de defender, porque no siempre se puede hacer de la forma que identifica la propuesta inicial. Pero, independientemente de en dónde y cómo defiende preferiblemente un equipo, quedarse exclusivamente en esa fase va en contra de la dinámica misma del juego (defensa-ataque), reduce las posibilidades, aplaca el natural gusto del jugador, debilita su autoestima, entre otras cosas.

En la final de la Copa Colombia entre Millonarios y Junior, en el primer tiempo y especialmente la primera media hora, Junior solo se dedicó a la fase defensiva. En ese periodo se armaron dos partidos: ocho jugadores de Millonarios atacando versus ocho del Junior defendiendo en una cancha de 35 metros y una portería ocupada por Viera. Y a 50 metros de ahí un partido de Cetré y ‘Cariaco’ González versus Llinás y Vargas, los defensas centrales de Millonarios. Y en el otro arco, Montero, el portero de Millonarios, de espectador.

La diferencia de funcionamiento estuvo en que cuando el balón iba a alguno de los dos delanteros de Junior, al menos tres de los que atacaban en Millonarios retrocedían para colaborar en recuperar el balón, mientras que de los ocho que defendían en Junior no se desplegaban dos o tres para auxiliar a sus atacantes.

Millonarios entendió que el fútbol es ataque y defensa y que de cómo pasas de una a otra fase puede depender el dominio y el control del juego.

Millonarios fue ambicioso. Junior timorato. De no mediar los reflejos de Viera y alguna imperfecta ejecución del cuadro embajador, el resultado hubiera sido más abultado.

El conservadurismo de Junior se extendió al segundo tiempo aún con un trámite mucho más equilibrado, sin mejora en su fútbol y producción de llegadas (solo un remate de Cetré fuera del área, pésimo dato para una final), pero un posicionamiento más adelantado de sus jugadores, sin estar enjaulado en su propia área y con una pizca de orgullo para tener otra actitud menos medrosa, insistió en que mientras el resultado del 1-0 en contra podía alcanzar para la definición desde el punto penal, no se atrevió a intentarlo con jugadores más frescos.

Lo hizo cuando Millonarios anotó el segundo gol y restaban solo 10 minutos. Junior tenía noventa minutos y un gol a favor para ser campeón y ganar un cupo a una fase de la Copa Libertadores de 2023, pero no jugó con el verdadero espíritu competitivo y la sana ambición que se requería.

A partir de este domingo tendrá cuatro rivales y 720 minutos para lograrlo. Parece más complejo, es cierto. Sus hinchas lo saben, pero esperan que lo consiga, y si no, que juegue con otro talante y otra propuesta. No como la de Bogotá.