Lionel Messi ha declarado que, seguramente, el Mundial de Catar será su última participación en el más importante evento orbital del fútbol de selecciones. Es lógico, el final de su brillante carrera está cerca. Tal vez más cerca de lo que los habitantes del planeta fútbol quisiéramos. Las leyes implacables del tiempo.
Mientras, está muy animado conduciendo a su Selección desde su jerarquía y, hoy, su más estratégico juego. Está optimista con el nivel de sus compañeros y la mejora colectiva que hace un tiempo ha ido logrando la Selección Argentina. Pero también es realista, y ante la pregunta si cree que Argentina es favorita para el título mundial, responde que no, pero sí la ubica como una de las candidatas.
El periodista lo invita a darle una mirada a su futuro. El día que ya deje de ser futbolista profesional activo. Día en que nos quedará esa sensación de orfandad que siempre experimentamos cuando un crack, como él, se baja del escenario definitivamente. Al respecto duda, pero no descarta proseguir vinculado a su pasión futbolera como director técnico.
Hoy, a mi juicio, Messi no da la impresión de tener el perfil de técnico. Tal vez es la exagerada admiración que despierta el jugador y la idolatría provocada por sus mágicas realizaciones las que no dejan lugar a imaginarlo de otra cosa que no sea de prestidigitador del balón. O, quizá, porque casi nunca ha dejado indicios de querer ejercer otro liderazgo que no sea el de ser el mejor con la pelota. Sin embargo, trajo a colación la figura de Zidane, aparentemente solo proclive a los disfrutes del pase y la gambeta en el terreno, pero convertido recientemente en técnico súper exitoso en el Real Madrid. Así que, detrás de un silencioso y algo desinteresado futbolista por las normas tácticas y secretos colectivos del juego, se puede esconder un buen orientador.
Lo que si debe tener claro Messi y cualquier otro futbolista con enormes capacidades individuales es que los roles son totalmente diferentes. El técnico tiene que amalgamar las once partes. El jugador debe, prioritariamente, gestionar y responder por su rol. El técnico debe saber gestionar la capacidad y la voluntad de todos los 11 roles. El futbolista es el actor principal desde la operatividad. El técnico debe serlo desde la estrategia. El jugador expresa su sabiduría con las piernas. El técnico con sus decisiones.
Si Messi llegara a tomar la decisión de convertirse en director técnico, después de su retiro, comprobará que no es lo mismo dirigir balones hacía los compañeros y el arco rival con la fantástica sensibilidad que él podía hacerlo, que dirigir egos y voluntades de seres humanos. Por ahora y hasta cuando llegue ese momento, sigamos disfrutando todo su talento superior.