Y no es solo porque creo que, salvo situaciones muy desafortunadas, apenas cinco meses no deberían ser un ultimátum para un profesional, sino porque en este caso vi avances tácticos en el comportamiento del equipo. Respetando, por supuesto, que para algunos, o muchos, la no clasificación a octavos de la Copa Sudamericana y a la final de la Liga podrían ser más que una situación desafortunada.

Este Junior me pareció que tuvo una mejor dinámica con y sin el balón que algunos otros de torneos anteriores. Fue incorporando, con imperfecciones y discontinuidad, el recurso de la presión. Hay una buena disposición de casi todos para participar en fase defensiva. Tiene una buena cantidad de jugadas con desborde y centros por los costados. Ha sido capaz de generar un buen número de situaciones de gol por partido.

De otra parte, ha tenido como déficit y, a mi juicio, aspectos a mejorar, la coordinación de movimientos en el área para usufructuar más y mejor la cantidad de centros que envía. Coordinación que no solo debe pertenecer a Borja, sino que debería comprometer a los volantes y su obligada visita con más continuidad al área rival. También creo que debería encontrar, entre todos o con la incorporación de un jugador con esas características, un punto de sosiego para darle mayor precisión a la elaboración. Ensayar mejores combinaciones cuando los laterales se agregan al ataque. Y, claro, la definición como el fundamento perfectible más urgente y necesario. Tendría que agregarle la capacidad de diferenciar el vigor y la agresividad con el juego violento.

Luego, como siempre, las consideraciones en singular: la irregularidad de Cabrera, las abundantes y perjudiciales lesiones de ‘Cariaco’ González y Uribe; las distracciones de Fuentes, las malas decisiones de Cetré, la indecisión de los laterales derechos para quedarse con la titularidad, entre otras. A mí me parece que el técnico no debería negociar su idea de fútbol intenso, con ágil circulación del balón, presionando permanentemente, agresivo, pero sin excesos como lo fue en Bogotá. Y, quizá, algo que parece insustancial, pero puede cooperar a que el jugador no se sienta eximido, es que el técnico no se esfuerce en señalamientos arbitrales, en minimizar méritos del rival y sí, por el contrario, en una sana autocrítica.

Bueno, después de la confianza de los dueños, el entrenador Cruz Real, su cuerpo técnico y los jugadores tienen la palabra.