Muchos repiten que este virus no discrimina, que ataca por igual a ricos y a pobres, a blancos y a negros, a población indígena, raizales o palenqueros, esto podrá ser cierto en términos de posibilidad de contagio, pero las consecuencias no son las mismas en cada caso.
Ni siquiera en términos de contagio. Este virus se contagia por contacto: contacto con la saliva de personas que lo portan o con objetos que estos hayan tocado, por ende, si bien es cierto que quedarse en casa, no ir al colegio o al trabajo disminuye las probabilidades de contagio, también lo es que sólo pueden quedarse en casa por tiempo largo quienes tienen respaldo económico o posibilidades de producir desde la comodidad del hogar.
Claro que este virus sí discrimina, pone en riesgo a las personas que menos tienen, a aquellas que les toca salir de casa para subsistir, a la población marginal. Discrimina tanto que quien tiene dinero puede defenderse de este mal en la comodidad de la casa, pero quien no, depende de la ayuda del gobierno que, aunque es importante, no basta, y no lo hace no por falta de interés sino porque en nuestro país no hay suficiente para que el Estado responda siempre por todos.
El virus aprieta a los más débiles, por ende, los aísla y los debilita aún más. La discriminación de la COVID-19 va más allá de quien pueda contagiarse. La vida y la salud están primero, las grandes constructoras o las aerolíneas encontrarán la manera de sobrevivir, igual que la bolsa o la banca. Si de verdad queremos que este virus no discrimine debemos ser solidarios.
Quienes estén escribiendo desde un hogar con internet, viendo series o películas, haciendo ejercicio, y a la vez estén pidiendo que se reactive la economía, deben también pensar en el trabajador de la empresa de energía, de la hidroeléctrica, en el conductor del bus o del camión que transporta el alimento del campo a la ciudad o en quienes su día a día está
en vender aguacates en una esquina o limpiar los vidrios en un semáforo.
Si usted quiere que este virus que sí discrimina deje de hacerlo, sea solidario, aporte a campañas para dar alimento y cobijo a quienes más necesitan. Piense en cómo reactivar la economía sin poner en peligro la vida o la salud de todos. No se trata de quedarnos encerrados para siempre, no se trata de un complot contra el capitalismo, se trata de vivir para unos y sobrevivir para otros.
Si usted quiere que este virus deje de discriminar a los que menos tienen no deje de pagar la nómina, los arriendos, si puede hacerlo. Pero sobre todo pensemos en que la vida económica del país tendrá que reinventarse, porque no se trata de escoger entre vida y economía, se trata de conciliarlas y si esto no es posible, primero mi vida, primero su vida.