En los más de cuarenta años que he estado en la industria de los medios de comunicación, el fútbol siempre ha sido la misma historia. Los temas del Junior de Barranquilla, por partidos accidentados y fallos arbitrales, siempre se maximizan y son aprovechados, además, para que quienes tienen complejos por el equipo, por los dueños, por la afición y hasta por la misma ciudad saquen sus malquerencias. Cuando estos temas le pasan al Junior el escándalo es nacional y le dan y le dan más que a violín prestado.
Con otros equipos son cosas normales que pasan en el fútbol y se evacúan con la prontitud de la brisa que sopla. Es que los árbitros cometieron esos errores porque son seres humanos. Cuando los cometen a favor del Junior sindican directamente al equipo, no a la falla arbitral. Y cuando es a favor del Junior no existe la más mínima posibilidad de darle la razón al equipo Tiburón.
Es que los costeños somos regionalistas y ellos son universales. Que no son hinchas de equipos, como sostienen algunos, es casi como confesar que no tuvieron infancia o que nadie los llevó al estadio siendo infantes que es cuando el ser humano futbolero decide cuál va a ser su equipo de por vida.
Sin embargo, esta vez, por más que las malquerencias y los comentarios sesgados llenos de intereses obvios hayan sido expuestos y hasta llorados lo único cierto es que el árbitro Jorge Duarte ha sido sancionado y estará por fuera del arbitraje por un tiempo. Cosa que no me alegra pues, detrás de cada ser humano, hay planes e ilusiones para desarrollar en su profesión.
Sin embargo, el mismo Duarte supo, la misma noche del partido Junior vs. Millonarios, que había cometido un grave error.
Después del juego, hablando con la gente del Junior, porque no es que posterior al partido árbitros y jugadores se “matan”, que no pensó que esa falta lejana del arco del Junior terminaría en gol.
Es más, lo del rifirrafe de él con Richard Ortiz, del Quindío, el asistente de línea 1, efectivamente existió cuando terminó el primer tiempo. Ortiz lo recriminó por dañar su trabajo. Sin embargo, Ortiz si bien le anunció que había falta por el intercomunicador nunca levantó la banderola y ese fue un error evidente de él. Y no hubo golpes, pero sí empujones.
Después de la decisión de la Comisión Arbitral, evidentemente Junior de Barranquilla tuvo la razón en la deficiente actuación de Duarte, y todo lo dicho y lanzado al aire para explicar lo contrario, queda para el anecdotario de la malquerencia hacia el equipo barranquillero que parece, según los aullidos, que cada vez les produce más esa rasquiña, ese prurito, ese salpullido, esa sabrosita, esa ‘jasa jasa’, que no les termina de picar…