La COVID-19 llegó a Colombia como estaba previsto. Apenas cumplimos hoy las tres semanas de haber diagnosticado el primer caso y las cosas ya empiezan a complicarse. El Gobierno Nacional ha tomado, con el mayor tecnicismo posible, las medidas mejor probadas en el aprendizaje preliminar que ha permitido esta pandemia en su paso devastador y acelerado por Asia, Europa y ahora Norteamérica.

Estos 21 días han sido eternos, la incertidumbre frente a lo que viviremos nos asfixia, y el temor ante los duros momentos que enfrentaremos nos golpea una y otra vez con cada alerta de un mensaje entrante al celular. No ha sido fácil mantener el equilibrio ante tanta presión. La responsabilidad de proteger a nuestras familias, equipos de trabajos e instituciones que representamos, nos ha llevado a muchos directivos a tomar decisiones con muchos niveles de incertidumbre, lo cual necesariamente termina aumentando la carga emocional que padecemos.

Lo que seguramente a muchos nos ha permitido lidiar con lo anterior puedo expresarlo en una palabra: gratitud. Este sentimiento que permanentemente estamos experimentando hacia esos seres humanos que aferrados a su vocación están apoyando a la civilización para que esta epidemia, en un tiempo ojalá no muy lejano, se convierta en una más de las que hemos cíclicamente enfrentado.

En mi larga de lista de agradecimientos están mis colegas, los médicos de primera y segunda línea, los residentes, internos y estudiantes, los especialistas de los servicios conexos, las enfermeras, auxiliares de enfermería, terapistas respiratorias y personal de los laboratorios clínicos; en fin, todo el equipo de salud, incluidos los administrativos y operarios. Mientras la sociedad se aísla y protege en la seguridad de sus hogares, ellos día a día salen a dar la lucha en terrenos donde el enemigo se hace fuerte: las instituciones de salud.

La gratitud también la siento por todo el personal de apoyo que mantiene al país funcionando y en orden. Cómo podríamos enfrentar la peligrosa enfermedad sin la seguridad que nos brindan las fuerzas militares, la policía, la vigilancia privada, los productores, las cadenas de suministro, los transportadores; todos ellos verdaderos héroes, que nos permiten a los equipos de salud trabajar con la tranquilidad que nuestras familias tienen lo necesario para, en medio del confinamiento obligatorio y el distanciamiento social, subsistir sin mayor alteración de sus necesidades básicas de consumo.

Mi gratitud incluye a aquellos que a título personal o empresarial han respondido a las solicitudes de auxilio que han lanzado las instituciones de salud y los entes gubernamentales. Con sus donaciones se podrá contar con tecnología e insumos que permitirán enfrentar la amenaza mejor equipados y con ello minimizar las pérdidas de vidas humanas.

Gracias a todo el equipo ejecutivo institucional nacional liderado por el presidente Duque. Su dedicación, oportunidad, constancia y disposición para recibir aportes, aún de los anteriormente reconocidos contradictores políticos, permitirán al país salir avante a pesar de lo terrorífico que pueden llegar a ser estos días venideros.

Por último, gracias a mi familia, a mi equipo cercano de trabajo y a toda la institucionalidad de la universidad donde trabajo, pues sin sus aportes académicos y sus genuinos afectos hubiese sido imposible lograr lo alcanzado en estos vertiginosos días. Nunca acabaremos de estar completamente preparados para enfrentar lo que no conocemos, pero hemos hecho nuestro mejor esfuerzo institucional y personal para lograrlo.

PD: Gracias una vez más a todos los que por razones de espacio omití en esta columna, pero que he podido expresarles mis agradecimientos de viva voz en los últimos días.

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