En la última semana muchos columnistas nacionales e internacionales se han ocupado de llamarnos a reflexionar acerca de la posibilidad de hacer obligatoria la vacunación contra la covid-19 en nuestros países.

Dos de ellos, el Premio Nobel de Economía, Joseph E. Stiglitz, y el abogado laboralista barranquillero, Charles Chapman, coinciden en la conveniencia de la medida. Basados en argumentos desde sus áreas de conocimiento, defienden la imposición refiriéndose a cómo el ejercicio de la libertad de los que no quieren vacunarse puede terminar afectando la del resto de la humanidad.

El concepto de libertad ha sido el motor de muchas revoluciones en la historia. En su nombre, se han construido y se construyen movimientos políticos alrededor del mundo. En la academia, muchos investigadores lo han tenido como el eje central de su trabajo, uno de ellos, el filósofo político Isaiah Berlin (1909-1997), cuyos aportes a la conceptualización de la libertad se puede revisar amenamente en el libro Isaiah Berlin, Su vida, de Michael Ignatieff*.

Berlin habla de “libertad negativa” cuando la libertad solo significa para el individuo no interferencia, ausencia de obstáculos o de imposiciones. Se es libre en la medida en la que otros no limiten u obliguen lo que se decide. Las fronteras de esta libertad deben llegar hasta donde lo hace nuestra vida privada.

Ahora bien, cuando son la autonomía y la realización las que definen la libertad para el sujeto, el Nobel utiliza el término de “libertad positiva”. Esta libertad se refiere a la capacidad para controlarnos a nosotros mismos, por lo tanto, puede ser constreñida por factores internos, tales como deseos irracionales, miedos o ignorancia. Ser positivamente libres nos permite actuar racionalmente eligiendo responsablemente según nuestros intereses.

Las libertades positivas y negativas son interpretaciones de un único ideal político que pueden chocar en algunos casos, como a mi juicio está sucediendo con la posible declaratoria de obligatoriedad a la vacunación por parte de algunos estados o conglomerados económicos al interior de ellos.

Para poder vivir funcionalmente como grupo, necesitamos aceptar el sacrificio de nuestra “libertad negativa” en alguna medida. No podemos andar por el mundo haciendo lo que se nos venga en gana sin importarnos que nuestras acciones afecten a los demás. No vacunarnos, basados en que nadie nos puede obligar a nada, termina coartando la libertad de otros. Está claro ahora que, si no logramos controlar la trasmisión comunitaria del virus, nuestras posibilidades de desplazarnos, educarnos, y divertirnos, entre otras, seguirán siendo limitadas.

Por último, y no por ello de menor importancia, el ejercicio de la “libertad positiva” está siempre condicionado por el momento histórico en que se viva. Solo se puede ser positivamente libre si conocemos todas las opciones disponibles en el momento de decidir y si tenemos las capacidades, al elegir una u otra, para desarrollar nuestro máximo potencial.

Antes de la aprobación de las vacunas contra la covid-19 por los organismos reguladores a nivel mundial, era moralmente aceptable negarse a que se nos aplicaran. Hacerlo ahora, podría ser una muestra de que necesitamos informarnos mejor para poder declararnos positivamente libres.

Por el momento político que vive el país, es poco probable que el gobierno se atreva siquiera a debatir la obligatoriedad de vacunación, por lo que solo nos queda a cada uno de nosotros ejercer la “libertad” de no exponernos donde conscientemente identifiquemos asisten personas no vacunadas.

*El libro Isaiah Berlin, Su vida, de Michael Ignatieff es el libro escogido este semestre en la Universidad del Norte dentro del proyecto institucional El poder de la lectura.

@hmbaquero

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