Mi problema con el tiempo no es con Cronos, sino con Julio César, porque descompuso y recompuso el trabajo de Rómulo, el mítico fundador de Roma, quien estableció un calendario con 10 meses lunares y un período que iba del último mes hasta el inicio del siguiente año y no correspondía a ningún mes porque no había labores agrícolas ni actividad militar; período que se dedicaba a ritos de purificación colectiva. Dos meses para liberar el espíritu (inteligencias múltiples) con lo que más le gusta a cada quien. Todo iba bien hasta el hasta el año 46 antes de nuestra era, cuando apareció el dictador y Pontifex Maximus de Roma y empezó con el cuento de las reformas al calendario hasta traernos a esta dictadura del tiempo con años de 365 o 366 días, meses de 28, 30 o 31 días, y días de 24 horas que no alcanzan para alinear los planetas y resolver todo. Lo que se podía hacer en los meses sin nombre. Gracias por nada, Julio César.
Hoy, esa dictadura nos tiene tirados en la cama descansando de la extenuante jornada laboral, mirando al techo y pensando en la inmortalidad del cangrejo para exorcizar aquellos pensamientos que nos recuerdan todo lo que falta por hacer. En esas circunstancias escucho la voz de mi psiquiatra quien me pregunta qué voy a hacer con mi salud mental: me quedo aplastado en esa horizontalidad dañina o acepto la invitación de los hermanos a encontrarnos en la esquina a platicar sobre la trascendencia del ser humano en todos sus aspectos, menos de política nacional o de fútbol local.
No puedo cambiar la embarrada de Julio César y su tiranía cronológica, pero sí puedo calzarme los tenis pensando en lo que se combina con la conversada, el baile, ese ejercicio salubérrimo que sana un montón de dolores del cansancio laboral.
Cuando llegué, estaban todos con sus sonrisas amables, los respectivos abrazos y la crítica por estar tan perdido de la esquina. Ahí empieza la sanación, al ver que todos están bien y me quieren como siempre, así que pongo en práctica lo que me dijo el psiquiatra: bailar toda la noche es como correr un maratón para obtener el respectivo aumento en el cerebro de la oxitocina, el neurotransmisor que aumenta los niveles de opiáceos e induce efectos anti-estrés.
Al día siguiente me levanté con una sonrisa sospechosa, la terapia intensiva con la mezcla de la palabra, las notas musicales y el movimiento coordinado del cuerpo, me dejaron como nuevo y listo para disfrutar el fin de semana con el fin de llegar recargado el próximo lunes juliocesarense dictatorial a seguir con la rutina de su desastroso calendario que no da chance para el disfrute.