Las Cinco Tesis Filosóficas de Mao Tse Tung siempre me han resultado inspiradoras desde cuando las leí por primera vez, de hecho, muchas acciones en mi vida se han regido por estas tesis, las cuales me han permitido saber comportarme en lo individual y social. En algunas de sus páginas dice que “La ley de la contradicción en las cosas, es decir, la ley de la unidad de los contrarios, es la ley más fundamental de la dialéctica materialista”, que sirve de base para plantear que toda situación mala puede convertirse en una situación buena. Esto es lo que he practicado en mi vida y aplicado como psiquiatra, enseñar al paciente a encontrar lo bueno que tiene dentro de sí para su propia curación.

Estamos enfrentando un fenómeno biológico mundial, el Coronavirus, que puede acabar con muchas vidas si no somos capaces, como seres humanos que saben que saben –homo sapiens sapiens- de tomar decisiones inteligentes que sirvan para la conservación de la especie, que es lo único que importa. Y con la especie, su medio ambiente, el planeta Tierra.

Lo único inteligente en este momento para la conservación de la especie y para demostrar que tenemos un cerebro para pensar es hacer la cosa más simple y, al mismo tiempo, más difícil de lograr: parar toda actividad y permanecer en casa por el bien de la Humanidad. Porque ese es el tamaño de la situación.

Lo anterior resulta incómodo para un altísimo porcentaje de la población mundial que no sabe qué hacer a solas consigo mismo. Increíble, pero cierto. No es la pareja, no son los hijos, no es la compulsión con el trabajo, no es el abandono abrupto de las rutinas, es algo a lo que se le teme más, “qué hacer conmigo mismo, dónde me escondo de mí, cómo hago para evitar pensar en las cosas que no quiero pensar, tengo demasiado tiempo libre, me va a costar dormir”.

La oportunidad histórica consiste en aprovechar las circunstancias amenazadoras para entender que tenemos el poder de aplanar la curva del impacto de la virosis a nivel local y nacional mediante el acto inteligente, brillante, supremo, de extraordinaria inteligencia emocional al escoger la vida antes que la muerte, de escuchar y seguir a pie juntillas las recomendaciones de las autoridades sanitarias para que no se pierdan muchas vidas en la estupidez de la arrogancia tropicalista de creernos inmortales o que el virus no tocará nuestra puerta.

Lo más importante de todo es que el mundo va a cambiar, nada será como antes, así como cambió después de la Segunda Guerra Mundial. Por eso, el aislamiento es también una magnífica oportunidad para reencontrarnos con nosotros mismos con el fin de enfrentar los fantasmas de los que hemos huido por tanto tiempo y, también, para poder reconectarnos con aquello que, según demuestran a diario las neurociencias, es lo único que vale en esta vida: los afectos, el coemocionar, la familia, los amigos.

Haroldo Martínez

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