
‘El Creyente’, un joven adicto se refugia en una comunidad religiosa
La cinta se centra en el caso de Thomas, un joven de 22 años adicto a la heroína, quien decide internarse en un programa de desintoxicación.
¿Qué hay detrás del comportamiento adictivo de un drogadicto que no pueda ser compensado por un estricto ritual religioso? ¿Qué resulta menos lesivo desde el punto de vista físico y mental? ¿Puede la religión o la fe servir de ayuda, aunque no se profese? Estos son algunos de los cuestionamientos que se plantean después de ver El Creyente, película dirigida por Cédric Kagn que tuvo su premier en el Festival de Cine de Berlín en 2018.
La cinta se centra en el caso de Thomas (Anthony Bajon, ganador del Oso de Plata), un joven de 22 años adicto a la heroína, quien decide internarse en un programa de desintoxicación después de haber experimentado una sobredosis.
Pero el sitio de reclusión en este caso no es una clínica tradicional; se trata de un retiro espiritual en un lugar apartado de los Alpes franceses que se rige por estrictos fundamentos católicos.
Lo recibe Marco (Alex Brendemuhl), un ex adicto, quien le explica las normas del establecimiento. Pero si por un lado el ambiente parece muy amable y protector, incluyendo un acompañante permanente al comienzo de su estadía y promesas de amistad de todos los integrantes, por otro se perfila una rigidez estilo militar que no admite infracciones de ninguna índole.
Esto hace que la adaptación inicial sea insoportable y asfixiante para Thomas, quien se debate entre los demonios que trae consigo y las nuevas imposiciones religiosas, provocando una reacción violenta que termina en el escape y la renuncia.
Pero antes de partir del todo se produce un encuentro que va a cambiar su vida en más de un sentido. Se trata de Sybille (Louise Grinberg), hija de una familia del pueblo, de quien empieza a enamorarse y quien lo inspira a regresar y probar una segunda vez.
Pronto Thomas se ve ayudando a los nuevos integrantes que pasan por lo que él ya vivió. Se trata por lo general de muchachos que vienen de hogares disfuncionales, con pasado traumático. El aislamiento total en que se encuentran los obliga a apoyarse el uno al otro, y en el transcurso nos enteramos de otras historias de los integrantes de esta especie de monasterio.
Thomas inicia una transformación que lo inclina cada vez más hacia la religión, y en un momento dado no sabemos si su fervor es auténtico y responde a convicciones reales, o si está reemplazando una adicción por otra.
El guión, escrito por Fanny Burdino, Samuel Doux y Kahn y basado en la idea original de Aude Walker lleva un formato casi documental que logra compenetrarnos con el personaje y su lucha interna. Exento de melodrama y sentimentalismos, presenta un cuadro claro y objetivo de lo que pretende esta comunidad y de la triste realidad que enfrentan estos muchachos, que como lo expresa uno de ellos, aunque estén limpios de droga, siempre serán adictos.
Las actuaciones son excelentes, y cuenta con una pequeña aparición de Hanna Schygulla en el papel de una monja que cuestiona la fe de Thomas.
El Creyente se presenta en teatros locales.
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