Es relevante interpretar las elecciones estadounidenses con respecto a la estabilidad mundial, el ascenso incontenible de la China y la vigencia de la democracia. Barack Obama dice que la reputación de su nación ha sido gravemente mermada con el actual gobierno, que las instituciones democráticas se encuentran seriamente amenazadas y que es necesario recuperar a Estados Unidos como el ejemplo que el mundo quería seguir; y que para ello debe inspirar a los demás a “superar las amenazas como el cambio climático, el terrorismo, la pobreza y la enfermedad”. ¿Qué está en juego? Dos mundos; dos visiones de la sociedad; el pasado o el futuro.

Una visión válida sería la democracia y la necesidad de combatir el mantenimiento de las cosas como están, pues funcionan mal y se inclinan al servicio de los más fuertes. Y como consecuencia, la democracia corre el riesgo de quedar en el vacío, estancarse o perecer. Ian Bremmer, a propósito del “resentimiento hacia las élites” que aumenta en el mundo, indica que es difícil demostrar su origen. Esta situación da oportunidad al populismo y en tiempos parsimoniosos como los que vivimos el riesgo es mayor. Las consecuencias de lo anterior pueden ser un mayor desorden político internacional y la pérdida de importancia y peso de las instituciones internacionales. Estados Unidos tiene serias dificultades para mantener su hegemonía, pero las elecciones presidenciales de noviembre son una oportunidad para recuperar su liderazgo, justo cuando la China se consolida, aunque todavía no reconoce públicamente su pretensión hegemónica (la China parece tener menos interés en una guerra con Estados Unidos que este país, bajo el gobierno de Trump, con ella).

Hoy es la China quien más sostiene el crecimiento global, no sólo por tener más de 600 millones de personas en la “clase media mundial”. El mundo tiende a buscar un nuevo liderazgo; aunque esto no se dará en un muy corto plazo. El desarrollo e influencia de la China están tan consolidados que pocos en el mundo tendrían interés en buscar su fracaso, así tengamos miedo e incertidumbre sobre cómo será el mundo bajo su dominio. Aunque todavía se requiere de Estados Unidos, cada vez es menos costoso no depender de manera absoluta de él. Es importante no equivocarnos alineándonos radicalmente con el actual presidente norteamericano, pues no es seguro que obtenga su reelección. La región Caribe debe considerar esta perspectiva política y no alejarse de los demócratas, mantener acercamientos con el mundo chino e incrementar las gestiones comerciales, diplomáticas y culturales con el Japón, que es la tercera potencia mundial, buscando inversiones, tecnología y cooperación económica y humanitaria.

La actual arrogancia de Estados Unidos y el ego europeo no pueden ser nuestros aliados en el presente. Debemos mantener la cercanía con ellos sin despreciar a la China. Podemos acercarnos a este país con cautela, construyendo consensos y defendiendo la cooperación internacional, ahora y en el futuro inmediato. Claro está que la condición interna es tener una política exterior e internacional clara y basada en nuestro interés nacional; y justo esto es lo que nos hace falta.