Hace unos cuantos años pensábamos que una de las maneras justas de conocer y divulgar el arte y la cultura de individuos y pueblos podría ser la de facilitar a ellos mismos los medios de comunicación que les permitieran generar sus propios mensajes.

Hoy, con el arribo del internet y el desarrollo de la tecnología, el mundo es una suma caótica de individuos en apariencia empoderados como comunicadores, que además de ser audiencia ejercen como emisores, generadores de información y opinión en las llamadas redes sociales, así en estas la ignorancia reine.

Mientras los gobiernos buscan coberturas cada vez mayores de alfabetización escolar en sus territorios, comprueba uno con tristeza y preocupación que ese instrumento histórico y convencional está limitado a la pobre enseñanza de significados literales memorizables.

Tal vez sea este el momento de ir más allá e iniciar una campaña liberadora de todos los receptores del mundo, una que ofrezca conocimiento sobre la gestación y producción de los mensajes que se difunden en masa; una alfabetización integral en medios y modos de comunicación, que nos permita leer al revés, releer desde adentro, contar el cuento de cómo, por ejemplo, se cuenta un cuento.

Ya no basta con enseñar a leer y escribir. Resulta de vida o muerte el que aprendamos a saber también cómo se lee y se escribe, cómo se construyen y editan textos e imágenes, cómo se fabrican verdades y falsos positivos, pero no para prepararnos en la mentira, sino para vacunarnos contra ella, fortalecer nuestro conocimiento, estimular el derecho a la duda y asegurarnos ser libres de toda manipulación.

La manipulación política e ideológica dejará en gran medida de existir cuando podamos reconocer, sin paternalismo alguno, pueblos e individuos cada vez más fuertes y resistentes, niños cada vez más conscientes y sabios, con mejores mecanismos de defensa frente a la probable villanía de discursos recibidos a diario.

Porque, para los villanos, nuestros cerebros son campos de batalla, donde nos ametrallan con sus mensajes, satanizando o beatificando personajes para beneficio de quien les paga.

Mercenarios de la guerra informática que fabrican verdades y falsos positivos, que construyen falsas imágenes, buenas o malas y modifican nuestros imaginarios, donde reposan principios, temores y esperanzas.

Mientras ellos, los villanos, manipulan, la tarea de la gente buena, de los llamados héroes, ha de consistir en dar conocimiento, iluminar las sombras de aquellos con sus ideas, agudizar la inteligencia, estimular la imaginación, provocar el cambio, mover y conmover, buscar las verdades profundas, vacunar contra la mentira, estimular el derecho a la duda, deconstruir textos e imágenes, develar la manipulación.

¿Asunto de ética y moral? Al parecer. Como la semiótica, el periodismo de gran calidad tendría mucho que aportar en esta cruzada. Como diría Kapuscinski, los grandes periodistas han de ser, básicamente, buenas personas.