Aunque no se tiene certeza desde cuándo se lleva a cabo el carnaval en Barranquilla, según historiadores, entre los primeros registros que dan indicios de su existencia están la celebración carnavalera en 1821, cuando llega a Barranquilla la noticia de la proclamación de la libertad de la Gran Colombia en Cartagena, y el relato de un viajero norteamericano en 1829 en donde describe su experiencia en la fiesta. Hoy, casi 200 años después, se plantea un debate histórico de hacer o no carnaval en el 2021 y por lo tanto, también histórica debe ser la solución.

El carnaval es una fiesta de renovación y de liberación, la puesta en escena de las culturas del Caribe colombiano y una escuela de desarrollo humano. Además, el Carnaval de Barranquilla moviliza un monto importante de recursos en la ciudad. De acuerdo con el informe Carnaval en Cifras de la Alcaldía, el movimiento económico del Carnaval de Barranquilla 2019 fue de $384.936 millones de pesos.

Por lo tanto, la posibilidad de cancelación o variación de formato del carnaval 2021 ha generado un sinnúmero de preocupaciones por la posible ausencia del espacio para la expresión y por los recursos que se dejarían de percibir. Mi invitación es a que la conversación se plantee más allá de los cuatro días de fiesta, tal como se debería concebir, a mi manera de ver, el Carnaval de Barranquilla y a que aprovechemos esto como una oportunidad para diseñar y ejecutar estrategias para fortalecerlo y potencializar su impacto en el desarrollo económico, social y cultural del territorio durante todo el año.

Estas oportunidades las veo en tres frentes. Primero, para generar dinámicas de desarrollo económico a partir del carnaval que atraigan recursos para la ciudad más allá de los cuatro días de fiesta y lo más importante, que estos lleguen a los hacedores del carnaval. Paradójicamente, los hacedores, gracias a quienes el carnaval y sus expresiones han perdurado en el tiempo, no encuentran un sustento a partir de la fiesta.

Segundo, para fortalecer los procesos de salvaguardia. El Plan Especial de Salvaguardia (PES) 2015 es un documento que, construido de la mano de los actores del carnaval, identificó las principales situaciones que ponen en riesgo las manifestaciones tradicionales de la fiesta y planteó un plan de acción para solucionarlas que debe ser ejecutado a diez años. Cinco años después de su elaboración es importante realizar un balance de las acciones que se han implementado, evaluar su impacto y proyectar aquellas que hace falta desarrollar.

Tercero, para revitalizar la fiesta. Es fundamental que la fiesta siga evolucionando, incorporando innovaciones que mejoren el espectáculo, la experiencia, realcen su identidad y busquen posicionarla a nivel internacional.

Aprovechemos esta oportunidad histórica y la experiencia y el aprendizaje adquirido en todos estos años, destinando esfuerzos y recursos para diseñar y poner en marcha estrategias que permitan alcanzar el máximo potencial del carnaval, de manera que este contribuya a la proyección de ciudad equitativa, atractiva y próspera. Y hagamos que el 2021 sea recordado como el año en el que se logró la articulación de los hacedores, operadores, patrocinadores, empresarios y participantes en torno a la creación y materialización del carnaval que soñamos más allá de los cuatro días de fiesta.

Daniela@cepedatarud.com

@DCepedaTarud