El Heraldo

Confesión indivisible

Al hacker se lo inventaron para golpear la campaña de Óscar Iván Zuluaga a la presidencia, en lo que tuvieron éxito los de Juanpa, hay que reconocerlo. Zuluaga no es hombre acostumbrado a esas bellaquerías, porque no sabe hacerlas, ni se las imagina siquiera, y por lo mismo está mal preparado para soportarlas.

El fiscal Montealegre sirvió de verdugo y actuó con la mayor desfachatez. Desde el principio tuvo que saber que ahí no había nada, por las mil razones que el tiempo y las circunstancias han puesto en evidencia. Pero la cuestión no se desarrollaba en el terreno de una controversia política, sino de una persecución judicial. Y Zuluaga se desmoronó.

No tenemos la menor idea sobre quiénes hayan sido los consejeros de Óscar Iván en esos momentos críticos. Probablemente penalistas muy ilustres, que se dedicaron a jugar al derecho penal, cuando lo que estaba en jaque era la suerte del país. Y fue Troya. Óscar Iván acusó el golpe, y la campaña se vino al suelo. Tal vez de esa manera demostraba que estaba preparado para un país distinto.

Pero el Fiscal no para. Ya no se trata de ganar una elección, sino de algo más sustantivo, erradicar la oposición. Óscar Iván asumió la conducción del Centro Democrático y la cuestión está en desaparecer al Centro Democrático. De modo que a la carga. El hacker que sirvió para lo primero puede servir para lo segundo.

La confesión del hacker es ridícula. Simplemente grotesca. Tomada como deben tomarse todas las confesiones, como un todo indivisible, no es otra cosa que una estúpida mascarada.

Pongamos fuera todo lo que se refiere a “Andrómeda”, esto es, a la inteligencia militar. El Fiscal usa impunemente el hacker para darle una puñalada al Ejército. Pero esa es harina de otro costal y tema de otro día.

¿Qué queda? Pues que al hacker lo contrataron para sabotear el proceso de paz. ¿Cómo? Mandando mensajes electrónicos. Un proceso de paz que se caiga así merece su suerte. ¿No es verdad? Queda por saber cuáles fueron esos mortíferos mensajes que pusieron en peligro la soberanía y la paz de Colombia, según las histéricas declaraciones del Ministro Cristo. ¡Vaya sorpresa! No hay ninguno. Apenas se estaban preparando. Así entramos al terreno de la tentativa y salimos del campo del delito perfecto. ¿Y tentativa de que? Pues de confundir a la opinión. Con mensajes que estaban en la imaginación de un operario de computadores que apenas, si acaso, terminó bachillerato.

Pero el confeso no se para en que estaba ideando semejante golpe a la paz del mundo occidental. También quería desprestigiar a los amigos de la paz. Qué dolor para el mundo. Imagínense este planeta con Armado Benedetti, Roy Barreras y Sergio Jaramillo, desprestigiados. Demasiado peso para soportar.

Pero las cosas van más lejos. Porque este diablo tenía en mente penetrar la seguridad informática de los Estados Unidos. La DEA y la CIA y el FBI andan estremecidos. ¡Sepúlveda los quiere hackear!

Lo que sale en claro es que esta tragedia se volvió comedia. Comedia barata y de mala ley. Y una comedia puede terminar en muchas cosas. Menos en la destrucción de un partido político. De modo, querido Óscar Iván Zuluaga, que “fuerza canejo” como dice el tango. Sufra y no llore. Las torpezas ajenas, también hay que sufrirlas. No hay remedio. Pero en todo caso, no se arrugue. Le están cañando con par doces.

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