Estas reflexiones sobre lo que va a suceder en el Atlántico y en Barranquilla pueden ser absolutamente inútiles, pero como la necesidad de plantear preocupaciones no se mide por probabilidades de éxito, de todas maneras vale la pena hacerlas. Las elecciones locales tienen dos características inmodificables que prenden todas las alarmas en un sistema que se supone es democrático. La primera de ellas es la certeza desde el principio de quiénes serán los elegidos para la Gobernación del Atlántico y para la Alcaldía de Barranquilla. La segunda, igual o peor de compleja, es que los dos candidatos definidos desde ya pertenecen al mismo clan político. Sin entrar a evaluar este sector de la política regional, es necesario analizar fríamente las dos características señaladas.

Ya se saben quiénes ganarán las elecciones. Una campaña política, de acuerdo a distintas versiones, es un esfuerzo competitivo hecho por los candidatos y los partidos políticos para ganar el apoyo de los electores en el periodo que precede a una elección. Es decir, el elemento fundamental de una contienda política es permitir que los electores lleguen con la suficiente información sobre aquellos que compiten por su voto. Como no es un concurso ni de belleza ni de simpatía, la base de la competencia son las propuestas que el elegido tendrá que cumplir. De otra forma sus electores lo juzgarán negativamente desde el inicio de su gestión.

Como ya se sabe quién ocupará la gobernación y quién será el alcalde, la competencia es nula, el esfuerzo por conocer los problemas y presentar las mejores propuestas no existe y toda la campaña se reduce a una fiesta de simpatizantes. Probablemente los electores no han pensado que gracias a esta característica no tendrán nada que exigirles a estos dos funcionarios porque no ganaron por ser los mejores, sino los únicos.

Pertenecen al mismo clan político. Quienes depositarán su voto en octubre deben tener en claro que lo que se denomina control político, esencia fundamental de la democracia, no se va a dar ni en la Gobernación del Atlántico ni en la Alcaldía de Barranquilla. La alternativa es que la ciudadanía ejerza esa vigilancia permanente, demande cumplimiento de metas y denuncie fallas de la administración. Pero en este caso el solo hecho de haber llegado a esta situación denota que el electorado del departamento y de la ciudad no tiene voz. ¿Por qué? Es una pregunta que debe contestar la propia gente del departamento y de la ciudad.

Así los candidatos ya elegidos sean los mejores, el sistema por medio del cual se llegó a la situación descrita demuestra que la democracia en esta parte del país está seriamente limitada, gravemente afectada por una sencilla razón: desaparecieron los pesos y contrapesos, fundamentales para el funcionamiento de un sistema político. Ojalá no queden estas palabras como una mera constancia histórica. Sobre todo, después no digan que no se les advirtió.

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