Hablar de calidad de cualquiera de los aspectos, acciones, personas, estructuras, decisiones y, en general de todo lo que hacemos en la vida, es marcar las diferencias, entre países, regiones e individuos. Si en algunos casos podemos permitirnos la deficiencia en la calidad de las personas, existe una, en la que la baja calidad determina el camino de las complicaciones y de la vida, es la prestada por los profesionales de la salud, desde el médico, la enfermera, camilleros, o administradores de una actividad que define el futuro de cada paciente. El médico, como soldado de la salud, hecho para velar por las decisiones más importantes a tomar, como tal, recibe órdenes de todo el mundo, y debe colocarse bajo las ordenes administrativas de los dueños de las empresas, llámense, EPS, Medicina prepagada o aseguradoras. Su calidad por la cual se ha esforzado durante muchos años, no tiene precio, ni sus estudios, ni su experiencia, el que sale de una universidad al día siguiente se le paga lo mismo que quien ya trabaja desde hace años, y se le paga mal a los dos, al inexperto y a quien ya le han salido canas y hasta cataratas en su trasegar. El reconocimiento de sus patrones no existe en sus jornadas laborales, y mucho menos en sus ingresos. Si logra sobrevivir a la profesión, en medio de demandas y requerimientos, de los cuales la mayoría de las veces no tiene culpa, después que los obligan a cubrir acciones especializadas, las que no han aprendido aun a desarrollar, puede sufrir "sanciones ejemplarizantes", mientras los culpables continúan llenándose del trabajo diario, mal pagado y angustiante. Nadie defiende a un médico joven que comete un error, no sabiendo que es el aprovechamiento de las empresas, y su irresponsabilidad la que los coloca en ese riesgo.
La calidad en medicina es producto, de los estudios, de la dedicación a sus pacientes, del sacrificio durante muchos años y al final de la experiencia. Nada de esto puede faltar para mejorar la atención de los pacientes, pero desafortunadamente está inmerso este profesional en un sistema de salud perverso, para ganar dinero unos pocos, aquellos que los explotan, enriqueciéndose con el trabajo y el sufrimiento de los demás. No se tiene en cuenta que el médico, principal actor de estos servicios, también es humano, se agota y tiene fallas, muchas veces porque lo obligan, sin tener ninguna mala intención.
Es hora que las llamadas asociaciones médicas tengan principios gremiales, y no anden diciendo que hacen excelentes congresos, mientras sus miembros son explotados y maltratados, sin ningún futuro para llegar a la excelencia. Si lo que queremos es mejorar la calidad de la atención médica, debemos empezar por mejorar la calidad de quienes la ejercen. De esta forma como la pieza clave del ejercicio profesional, deberíamos acabar con intermediarios que solo piensan en sus ganancias, en una profesión que cada vez pierde más su carácter fundamental de humanitaria.