
La sociedad alemana está muy conmocionada, por no decir revolucionada, este verano. Por un lado, está el shock por la eliminación inesperada de la selección de fútbol en el Mundial de Rusia, la primera vez que cae en la fase inicial del torneo. Más grave –por lo menos para algunos– es la crisis política inédita que ha hecho tambalear el gobierno de la canciller Angela Merkel, lo cual ha tenido un fuerte impacto en las bolsas. En los medios alemanes se hicieron muchas analogías entre Merkel, que lleva casi 13 años en el poder, y el seleccionador Joachim Löw, que ha cumplido 12 años al frente de la Mannschaft. De momento, parece que ambos pueden continuar.
Al igual que los alemanes siempre han podido confiar en una defensa sólida de su equipo nacional, la estabilidad política desde el fin de la Segunda Guerra Mundial ha sido un pilar importante. Otros países europeos como Francia, España, Grecia y por supuesto Italia han vivido una transformación radical de su sistema político recientemente. Ahora le podría tocar también a Alemania con efectos inmediatos sobre su gobernabilidad y la capacidad de liderazgo –pretendido o no– en Europa.
Durante décadas solo se sentaban tres formaciones en el Bundestag, la cámara baja del parlamento de la RFA. Los democristianos de la CDU y su partido hermanado de Baviera, la CSU; los socialdemócratas del SPD y los liberales del FDP, que hacían de bisagra y gobernaban con unos y con otros. Hoy hay seis partidos en el parlamento de Berlín tras la llegada de Los Verdes, de los poscomunistas y, recientemente, de la ultraderechista AfD.
De hecho, hoy habría que hablar de siete partidos porque la CSU y su presidente, el ministro de Interior alemán, Horst Seehofer, acaban de protagonizar un enfrentamiento nunca visto con la CDU de Merkel. El motivo fue la política de refugiados de la canciller, demasiado permisiva para sus socios bávaros. Ahondar en los detalles del desencuentro requeriría un texto aparte, pero sin duda el asunto es una excusa para expresar un malestar más profundo. La CSU no entiende el giro de la CDU de Merkel hacia posiciones más de centro y alejadas del ideario conservador clásico. El partido de Seehofer intenta desmarcarse de la canciller con vistas a las elecciones regionales en Baviera en octubre, donde temen perder el poder por primera vez por culpa del auge de los ultras de AfD.
La CSU siempre ha antepuesto sus intereses en Baviera, pero la situación actual ha hecho que incluso pareciera dispuesta a llegar tan lejos como para hacer descarrilar la coalición en Berlín y acabar con el mandato de Merkel. De ahí que haya resurgido la idea de que si la CDU se presenta a las elecciones en Baviera, la CSU pueda hacerlo también en el resto del país y no solo en este Land del sureste de Alemania. En este caso, se definiría como un partido de derecha clásica sin los tics fascistas de AfD. Los votantes alemanes tendrían entonces un abanico más amplio para elegir, pero costaría bastante más llegar a acuerdos de gobierno en el futuro.
@thiloschafer
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