
203 años de ‘laissez faire, laissez passer’
203 años que han sido como un vaivén entre progreso y estancamiento. Entre hitos nacionales y vergüenzas majestuosas. Entre celebraciones y pesares. Todo eso ha pasado en Barranquilla, que ayer cumplió de manera oficial un aniversario más.
Ciudad de encuentros y de inmigrantes que la enriquecieron con sus culturas diversas, con sus conocimientos, sus lenguas y su gastronomía. Aquí ha llegado gente de todas las culturas y todos los pelambres. De manera paralela al progreso, a la tolerancia, a la mente abierta y a la alegría han estado el despilfarro, el desgreño y la corrupción. Pero aun así, esta cálida capital ha sobrevivido a malos gobiernos y a la indiferencia ciudadana. Cada vez que la crisis parece no tener salida soplan nuevos vientos que la rejuvenecen y la sacan a flote.
Y la tolerancia ha sido una de sus mayores virtudes, pero también su mayor defecto. Ha soportado y aceptado situaciones absurdas y humillantes, pero siempre una máscara de oxígeno cae desde arriba y le da el nuevo aire que necesita. Por eso esta urbe parece haber hecho de la célebre frase laissez faire, laissez passer –dejar hacer, dejar pasar– todo un ‘estilo de vida’. En lo público y en lo privado.
Ese no es un simple eslogan, ni un dicho popular. Se trata de la frase que comprime una filosofía francesa planteada contra el intervencionismo estatal en la economía y en lo social. Querían quienes la enarbolaron, a mediados de 1700, un mercado al que no se le impusieran obstáculos de ningún tipo. Y eso ha pasado con muchos sectores de la economía currambera. Arriba y abajo e incluye a muchos señoritos del Country y a dueños de estaderos de la 8. Laissez faire et laissez passer. Que nadie se interponga. Haremos lo que queramos.
Los franceses de la época pedían libertad en todo. Libre manufactura, bajos o muy pocos impuestos, libre mercado laboral y mínima intervención de los gobiernos. Y, bueno, la almendra del asunto: libre mercado. En rigor, la frase en francés es laissez faire et laissez passer, le monde va de lui même, lo cual quiere decir “dejen hacer, dejen pasar, el mundo va solo”. Y había nacido de la que inspiraba a los llamados filósofos de la tolerancia: laisser diré, laisser passer –dejar decir, dejar pasar–.
No estamos lejos en Barranquilla de ese pensamiento. Y ha sido bueno porque dio rienda suelta en diversos momentos a la imaginación, a la creación y al emprendimiento. Y malo porque también hemos tenido verdaderos reinados de la anarquía. “Dejen hacer, dejen pasar” fue la frase que usaron y siguen usando algunos empresarios, dirigentes políticos y gremiales y vecinos del común para acomodarse.
Celebremos nuestro aniversario y estemos orgullosos de esta ciudad, pero apretemos con rigor mejores condiciones, mejor manejo de la cosa pública y más compromiso del ciudadano de a pie. Que sepa la gente que ellos también en muchas ocasiones son los demás.
mendietahumberto@gmail.com
Más Columnas de Opinión

Gracias Uniautónoma
Por siempre he procurado no hablar de mí en público. Me resulta incómodo. No obstante, esta vez voy a abrir esta ventana en El Heraldo para agradecer el Premio Vida y Obra otorgado por la Universidad Autónoma del Caribe en cabeza de su rector

Infraestructura
Culminó ayer el Congreso Nacional de la Infraestructura, el cual se celebra con gran éxito todos los años en Cartagena. El momento no pudo ser más propicio, pues tuvo lugar justo después de conocerse los resultados de la caída en la activida

Gestión + sentido común = mejor movilidad
Esto me comentó mi hija Kate quien vive en Vancouver, Canadá: “Papi, cuando antier en la tarde fui a inscribir a Danielito en la escuela aprecié que cada papá o mamá salía con 4 niñitos que se notaba que no eran hermanitos, situación que

Descubren nuevo viagra para los políticos
Es el plato del día en Latinoamérica. Se trata de una sustancia compuesta por tres elementos químicos: 1)Coraje, 2)Credibilidad y )Comunicación persuasiva. Ha sido bautizada con el nombre de Milbuke. Se puede encontrar en el mercado en ungüen