En tiempos en donde el fútbol está, por parte de los técnicos y sus colaboradores, híper analizado, con especialistas en estudiar y descifrar la propuesta táctica del rival, llamó la atención que el Deportes Tolima no supiera que José Enamorado está incontenible, inspirado. Que su velocidad y desequilibrio es la mayor carga de peligrosidad que Junior le imprime a sus ataques. Y si su zigzagueo es efectivo con rivales cerca y estrechez de espacio, con 50 metros a espaldas de los defensas para desarrollar toda su velocidad, el peligro se agiganta.
Con la defensa Tolimense posicionada en la mitad de la cancha fue todo un erial para él la ruta hacia el arco de Volpi. A los cinco minutos, Enamorado condujo con atildada técnica la pelota, frenó en el área, desairó a dos rivales y con la pierna izquierda la acarició para ubicarla en el ángulo superior. Golazo. Una resolución con la belleza que sensibiliza y nos hace creer que sí existe el fútbol bonito (no se resigne profesor Arias). Y casi al final del primer tiempo la condujo igual y luego la picó por encima del arquero con la misma sutileza.
Entre una y otra exhibición, Castrillón convirtió el segundo (en los minutos en que Tolima manejaba mejor la pelota) en una sincronizada combinación de pases entre Guerrero, el lateral delantero que hace honor a su apellido, y Paiva, ese “rara avís” entre los centros delanteros que piensa más en el gol del equipo que en el propio.
Junior solo necesitó de esos 45 minutos para dejar sentada su supremacía. Y para eso contó, como casi siempre en los cuadrangulares, con la seguridad, carácter y sacrificio de Peña y Didier; la utilitaria calidad de Chará y Rivas; y con la disciplina y gregarismo de todos.
La estrella 11 sabe que Junior la está enamorando, a ella parece gustarle y le coquetea. Pero, le exige que sea en Ibagué, el próximo martes, donde la conquiste definitivamente.








