En esos constantes intercambios de conceptos con Pacho Maturana, me hizo dos preguntas sobre el uso de la palabra evolución y sobre el sistema, la táctica y la estrategia.
Después de alguna explicación rematé diciéndole que, en esencia, la evolución es la transformación de las especies en la naturaleza a través de las generaciones.
Que sería mejor utilizar el verbo desarrollar en las cosas que tengan que ver con otros temas como el fútbol, por ejemplo, y sobre eso continuamos con aquello del sistema, la táctica y la estrategia.
Desde los tiempos primigenios del Dr. Maturana entendí, y siempre lo he explicado así en mis escritos y programas, lo que él corroboró siempre: sistema es la distribución geográfica en el campo. Por eso se habla de arquero, lateral, defensa central, volante defensivo, volante creativo y delantero. La táctica son los ‘muñequitos’ en movimiento. Esos que son rígidos en el tablero.
La estrategia es la forma y manera como se va a desarrollar esa táctica, como el trabajo con pelota quieta, sorpresas para el rival, cambiando o modificando algo de la idea táctica acostumbrada, cómo pasar de dos volantes defensivos a tres, algo que el entrenador rival no espera, o los cambios de perfiles, por ejemplo. Es el arte de la sorpresa y el engaño al oponente.
Sigo pensando que el fútbol es el deporte más elemental que existe. Son 11 contra 11 y una pelota. Que en esa parte fundamental los técnicos introduzcan ideas y tecnología médica, física y la ya famosa DATA para preparar a su plantel, ya es otra cosa.
Que quieran llamar con otra terminología las mismas cosas de antes, es querer complicar el entendimiento de la gente que, finalmente, interpreta el fútbol, desde la tribuna, de la misma manera desde los tiempos del cólera, porque el fútbol se mira a golpe de puro sentimiento y no con palabrería insulsa y rebuscada.
Es que el fútbol produce un carrusel de emociones que te lleva de la alegría a la tristeza, de la tristeza al éxtasis, del éxtasis a la decepción, de la decepción a las lágrimas y otra vez a la alegría. O sea, te pasea, en 90 minutos, por todos los sentimientos que los seres humanos experimentamos.








