Cuántas veces vemos personas que, para poder hacerse notar o resaltar en cualquier grupo —llámese de trabajo, de amigos o incluso de familia—, recurren a monerías y payasadas incoherentes con tal de captar la atención de los demás.

Esos peculiares personajes adoptan tales conductas cuando su autoestima es tan baja que se ven obligados a forzar protagonismo. El resto los ignora, como si no existieran. Qué tristeza tener que recurrir a tales formas tan deplorables para ser vistos.

El presidente Petro ha intentado resaltar a nivel mundial para consolidar su ego como un caudillo de renombre intergaláctico. Ha dejado de cumplir su labor en Colombia para meter sus narices en cuanto conflicto internacional aparece. Se autoproclama defensor del pueblo palestino —sin que nadie se lo haya pedido—, y con ello presume haber ganado el respeto del mundo.

En ese propósito, ha roto relaciones con Israel, trayendo consecuencias ya conocidas: la suspensión de la venta de carbón y la pérdida de miles de millones de dólares tan necesarios para el país, especialmente para La Guajira. Según la Asociación Colombiana de Minería (ACM), las exportaciones de carbón hacia Israel representaban cerca de 447 millones de dólares anuales. A eso se suman unos 650 mil millones de pesos en impuestos y regalías que ahora el Estado y las regiones más afectadas —como La Guajira y el Cesar— dejan de recibir.

Además, la relación con ese país se deterioró al punto de suspenderse contratos militares y de mantenimiento de aviones de la Fuerza Aérea. Petro también ha emprendido embates contra los Estados Unidos, buscando captar la atención del presidente de esa nación, quien, simplemente, no le concede la relevancia que él exige. En respuesta, ha optado por ofenderlo en cuanto foro internacional aparece —muchas veces sin siquiera ser invitado—.

Así, con monerías y payasadas políticas, pretende llamar la atención ante un mundo que lo mira con recelo, no con respeto.

El daño económico que ha ocasionado a Colombia durante su mandato es incalculable. No hay calculadora, computadora ni equipo de contadores capaz de medir la cifra astronómica del perjuicio que este sujeto ha causado a la nación. Pero lo más grave es el daño moral y espiritual que ha sembrado: un sentimiento de desazón, de negativismo y de futuro incierto entre los colombianos. Salir de esta situación exigirá esfuerzo, sangre y sudor, si no se actúa con la prudencia y la determinación necesarias.

¡Colombia, despierta!. Avancemos con fe, con optimismo y bajo la guía de Dios.

Freddy Otero Juliao

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