Estaba chateando con mi médico de cabecera, el doctor Carlos Urbina Gámez, egresado de Unicauca, por supuesto, cuando me enviaron un video que le compartí, con una noticia espectacular de última hora en vivo desde la carretera en el municipio de Tasajera, en la que una reportera describe que “un platillo volador se estrelló y ya se están llevando hasta al extraterrestre bebé”. Después de reírnos de la ocurrencia, me preguntó si eso podría pasar en Tasajera y le respondí que sí, eso y otras cosas más en un país tan creativo que, si utilizáramos ese talento para sacar a Colombia adelante, seríamos el mejor país del mundo.
Le comenté de unos videos que me han enviado de un sitio cercano a donde cayó el extraterrestre, en uno de los cuales sale un adolescente tirado en el piso simulando que algo le pasa y cuando el vehículo se detiene, se le van encima otros que estaban ocultos y los atracan. La voz en off explica que a lo único que se le apartan es a las tractomulas y, en efecto, hay un momento en que el chico se levanta y corre para evitar ser arrollado por una de estas. En el otro video aparece uno de estos chicos tirado en la carretera, ensangrentado, parece ser el mismo.
Cabe una pregunta jurídica. ¿Qué decisión debe tomar un padre que viaja acompañado de esposa e hijos menores y siente que va a ser atracado por estos sujetos?, ¿se detiene y se deja atracar con todo el riesgo que eso implica, o arrolla al falso herido y asume las consecuencias de una acusación penal por haber dejado inválido o muerto al atracador?
El paso por ese sector se ha constituido en motivo de preocupación debido a situaciones que han sido noticia real en los periódicos en los que cualquier vehículo portador de una variedad de materiales, que tenga la mala suerte de vararse o accidentarse por ese sector, será desvalijado.
Lo increíble es que esto pueda seguir sucediendo si cerca de allí hay una estación de policía en la que saben que esto sucede desde hace mucho; en carnavales, por ejemplo, cuando se disfrazan y tiran una cuerda para detener los vehículos con el fin de recibir una colaboración por el disfraz.
Más allá de lo folklórico que esto pueda tener, hay que reconocer que se convirtió en un fenómeno social complejo, una verdadera amenaza para la seguridad de los viajeros entre Santa Marta y Barranquilla que, obligatoriamente, pasan por ahí, donde no hay apoyo de la Policía Nacional, que debía tener control absoluto de todo ese corredor. Es inaceptable que un grupo de muchachos sean capaces de infringir la ley sin que haya una respuesta eficaz de las autoridades para acabar con el problema.
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