Casi que a diario escuchamos decir que las cosas no son como empiezan sino como terminan. Mejor definición para el partido Junior 3 x Águilas 2 no puede haber después de un primer tiempo tan mal jugado que causó pena al entrenador Arias y detrás de él a todos. Incomprensible después del partidazo jugado ante el Cali 2x0.

La cara de angustia de Arias la he visto cientos de veces, los DT montan su partido, lo pulen, su equipo sale a la cancha y, entonces, lo que montó no se ve, el juego se va yendo por otro lado y los goles en contra comienzan a mostrar un panorama con sabor a hecatombe.

Después de terminar perdiendo un primer tiempo, vienen esos 15 minutos “de descanso” que de todo tiene, menos de eso, cuando estás jugando horrible.

Un cuarto de hora para pensar en qué hacer, cómo hacerlo y con quién hacerlo. En eso Arias y sus asesores estuvieron prontos. Los tres cambios para el segundo tiempo y más presión sobre Águilas en su propio terreno. Celis por Bernal, Suárez por Guerrero y Salazar por Enamorado. Un jugador por línea. Y no bien pitó el árbitro Mayorga llegó la ñapa: autogol del debutante Suárez antecedido de un rechazo incómodo de Peña. (Pobre Suárez).

De ahí en más, el aporte de los tres sustitutos, la posesión del balón, el juego y el dominio, Águilas acorralado en su campo y el primer gol de Paiva con pase de Chará, la expulsión del Titi, el ingreso de Rivas por Esparragoza perdiendo 2x1, el segundo de cabeza de Paiva con centro de Suárez (ya no era el pobre Suárez) y al final, a los 44, el ingreso de Canchimbo por Yimmi (que dio todo su físico) y la señal de Arias que se podía ganar. Y ahí, a los 45+1, el súper golazo del juvenil recién ingresado.

Del horrible partido del primer tiempo, a un segundo espectacular y a un triunfo maravilloso. Es que no fue cómo empezó, sino cómo terminó…