El pasado miércoles, en la Casa Blanca, durante un almuerzo entre Donald Trump y cinco líderes de países africanos, el presidente de Estados Unidos felicitó a su homólogo liberiano, Joseph Boakai, por su buen inglés. Trump le preguntó a Boakai: “¿Dónde aprendiste a hablar tan hermoso? ¿Dónde? ¿Recibiste educación? ¿Dónde?”.
El propósito del almuerzo —que, entre otras cosas, buscaba discutir la reorientación política de EE. UU. en África— se vio eclipsado en la prensa y las redes sociales por la salida en falso de Trump, quien claramente desconocía que la lengua oficial de Liberia es el inglés.
Aunque la Casa Blanca intentó posteriormente embarajar la situación, era evidente que Trump no solo ignoraba el idioma de su homólogo, sino también el origen de Liberia y la estrecha relación que ese país mantiene con Estados Unidos. A este desafortunado episodio de la diplomacia estadounidense podríamos denominarlo la diplomacia del desconocimiento.
Ahora bien, que un presidente de Estados Unidos no conozca datos tan esenciales es algo difícilmente atribuible al azar, considerando que antes de las reuniones con jefes de Estado, los presidentes estadounidenses reciben extensas sesiones informativas por parte del Consejo de Seguridad Nacional (NSC) y otras agencias relevantes.
Merece la pena revisar la historia de Liberia, que es bastante singular y explica los profundos lazos de hermandad que mantiene con Estados Unidos. Liberia fue fundada, en gran medida, por iniciativa de la American Colonization Society (ACS), una organización estadounidense que buscaba establecer una colonia en África para repatriar a afroamericanos libres y esclavos liberados.
Debido a la influencia de los primeros colonos —quienes eran estadounidenses—, las instituciones políticas, sociales y culturales de Liberia son muy similares a las de Estados Unidos, al punto que su Constitución de 1847 se basa en gran medida en la Declaración de Independencia estadounidense.
Como dato histórico, el primer presidente de Liberia fue Joseph Jenkins Roberts, un afroamericano nacido en Norfolk, Virginia, y 10 de los 26 presidentes que ha tenido el país nacieron en Estados Unidos. Mejor dicho, hasta las banderas se parecen.
Estados Unidos ha sido un aliado fundamental de Liberia en temas como salud, educación, reforma a la justicia y fortalecimiento del Estado de derecho, así como en materia de seguridad y cooperación militar. Aunque Liberia es un Estado pequeño —de 5.7 millones de habitantes—, representa un aliado estratégico para EE. UU. en África Occidental.
Curiosamente, el desconocimiento de Trump genera identidad y lo acerca al estadounidense común o promedio, que se siente reflejado y representado en sus formas. No es un secreto —y así lo confirman estudios y encuestas— que un porcentaje significativo de estadounidenses carece de conocimientos geográficos. Para este público, difícilmente será reprochable que Trump desconozca públicamente la lengua oficial de Liberia.
@tatidangond