Ahora sí me gustó Llaneros, fue un equipo serio que vino a exponer su fútbol sin miedos, con una actitud encomiable en sus jugadores, quienes fueron capaces de jugar buen fútbol en la medida de sus capacidades y limitaciones de un equipo de nuestra categoría B. No les faltó físico para sostener en los 90 minutos la propuesta futbolística de su técnico Pedro Depablos en las dos fases, defendiendo bien con una defensa sólida, recia, con claros relevos para amontonar a la cantidad de hombres necesarios y uno o dos en punta para el ataque veloz que los caracteriza. Por momentos dominaron al equipo local Unión Magdalena, eso hay que reconocerlo, hasta tuvieron dos ocasiones claras de gol que no concretaron.
Si hay una imagen que detesto en el fútbol es la del jugador agarrándose la cabeza después de errar un gol que parecía más fácil meterlo que botarlo, escena que se repite cualquier cantidad de veces en el fútbol colombiano. Lo que me molesta de esto es que, cuando se analiza el error, siempre sale a relucir que se trata de falta de fundamentación de los jugadores; no es el azar, no es la suerte, no es el terreno de juego.
El marcador pudo haber sido más abultado si los jugadores del Ciclón Bananero no hubieran marrado las cuatro ocasiones claras de gol que se comieron frente al arco de Llaneros, hasta yo me llevé las manos a la cabeza ante la impotencia.
El fundamento con el balón es lo que distingue al crack del jugador del montón, el jugador que es contratado por los grandes equipos es aquel al que le lanzan el balón cuadrado y él lo vuelve redondo gracias al control que ejerce sobre el esférico. La fundamentación del futbolista colombiano no es la mejor y eso es lo que preocupa en una final, perder por eso y no por falta de fútbol.
También hay que reconocer que el Unión Magdalena no jugó el mejor partido, aunque sí mantuvo una actitud digna de una final dentro de la confusión en algunos pasajes, pero fueron capaces de corregir sin que el técnico Jorge Luis Pinto tuviera que desgañitarse para decir lo que tenían que hacer.
Eso es lo único que me da tranquilidad para el último partido en una final de 4 encuentros que resulta difícil de entender, en los que hay que estar haciendo cálculos matemáticos en lugar de estar pensando en estrategias porque las reglas del fútbol colombiano no las entienden ni los directivos que las realizan y están llenas de muchas dudas y sospechas, y hasta se habla de corrupción.
Estoy celebrando este triunfo con serenidad, todavía no somos campeones ni tenemos seguridad de serlo o de ascender a la categoría A. La moneda está en el aire.