Christian Mingiu es un director de la nueva ola de cine rumano, comprometido con temas sociales, a partir de los cuales muestra la corrupción, la burocracia y la injusticia en su país. Su película anterior, 4 Meses, 3 Semanas, 2 Días, trata el tema de un aborto ilegal y la odisea que implica su ejecución en la época del régimen comunista. En esta ocasión se concentra en el tema de la educación, con el caso de una joven que está próxima a graduarse de bachillerato.

Eliza (Maria Dragus) tiene que presentar un examen como último requisito para obtener una beca que le dará entrada a una prestigiosa universidad en Inglaterra, asegurando así un futuro liberador, lejos del pequeño pueblo donde vive con sus padres. Allí olvidará todo este presente gris y oscuro ambientado por edificios en serie faltos de personalidad.

Pero mas que Eliza es su padre, Romeo Aldea (Adrian Titieni), quien insiste en el cambio de una manera tan obsesiva como si se tratara de su propia vida y de su propia liberación.

Romeo y su depresiva esposa Magda (Lia Bugnar) vivieron en el exilio hasta la caída del comunismo, después de lo cual volvieron para quedarse y darse cuenta que nada funciona por las vías regulares. La posibilidad de un verdadero cambio la vierten en su hija; ella podrá experimentar lo que ellos no tuvieron.

Pero Eliza sufre un accidente que alterará el rumbo de los acontecimientos, y su padre, un médico con fama de honesto, no acepta ningún cambio en los planes que se ha trazado. Está dispuesto a sacrificarlo todo por Eliza, y decide hacer lo imposible por sobreponerse a los obstáculos, sea legal o ilegal, si así lo requiere la situación.

Romeo empieza a ofrecer favores profesionales a cambio de cualquier ayuda que un burócrata pueda ofrecer a su hija, y surgen historias paralelas que muestran cómo el chantaje y la corrupción suceden a plena luz del día.

Mientras tanto Eliza se debate entre el deseo de satisfacer a su padre y la realización de sus propias aspiraciones, que incluyen una relación con Marius (Rares Andrici) un joven que no es del agrado de su padre, completando un retrato tan urbano como familiar.

El filme cuenta con excelentes interpretaciones, de extremo realismo, que bien podrían aplicarse a cualquier familia en cualquier lugar del mundo. Todo padre puede identificarse con el deseo de fabricar un futuro mejor para su hijo y todo hijo juega a su vez con la idea de buscar su propia liberación, creando cuestionamientos morales que nos dejan pensando tiempo después de salir de la sala de cine.

Graduación tuvo varias nominaciones y premios, entre ellos, la Palma de Oro en Cannes en 2016 donde ganó el galardón de Mejor Dirección.

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