La Universidad del Cauca es la única universidad pública en el mundo que tiene el privilegio de ostentar como campus universitario toda una ciudad, Popayán. Todo lo que pasa en una se refleja en la otra, lo cual la convierte en el sitio ideal para ir a estudiar. En este mes de noviembre está celebrando los 190 años de fundada, con una historia que amerita ser contada por el orgullo que representa para mí ser egresado de uno de sus programas.
Fue creada por decreto del general Francisco de Paula Santander el 24 de abril de 1827 y se instaló el 11 de noviembre del mismo año; sus primeros programas fueron Jurisprudencia, Agrimensura, Teología y Medicina. Siempre contó con el apoyo del presidente de entonces, Simón Bolívar, quien, de hecho, expidió allí varios decretos sobre educación superior. Desde sus inicios ha sido una universidad en pro del conocimiento, con un pensamiento abierto, democrático y receptivo de las diversas corrientes ideológicas. No podía ser de otra manera teniendo en cuenta la variedad de formaciones culturales de los estudiantes que a ella asisten, provenientes –en la actualidad– de todos los departamentos del país.
La historia de la facultad de Medicina tiene dos partes. La primera va de 1835 a 1890, cuando tuvo que cerrarse por las guerras, la política y la falta de apoyo financiero. Reinicia en mayo de 1950 y se mantiene en el mismo nivel de calidad hasta nuestros días. En 1956 se graduaron los primeros siete médicos.
La oferta académica actual de la universidad es diversa y con el común denominador de estándares académicos altos. 43 programas de pregrado, de los cuales 10 tienen acreditación de Alta Calidad; entre los cuales está la de MI Facultad de Medicina, concedida en octubre de 2010. 48 programas de posgrado, entre los que se cuentan 29 especializaciones, 14 maestrías y 5 doctorados; cuenta con 98 grupos de investigación en Colciencias.
Además, 17 egresados de este claustro universitario han ocupado la jefatura de Estado en Colombia.
Cuando llegué a Popayán a estudiar en la Facultad de Medicina no tenía, por supuesto, la más mínima idea de las dimensiones de la universidad a la que llegaba, aunque desde el primer momento sentí aquello que hoy puedo describir con claridad: la sensación de estar en una gran familia dedicada al estudio, cultivo y reproducción del arte del diagnóstico y el tratamiento del ser humano –no del paciente–, de manera sistémica: abarcando todos los aspectos que pudieran incidir en la aparición de su enfermedad. Los de mi generación y varias generaciones más, tuvimos la fortuna de ser formados por unos seres humanos que nos regalaron todo lo que tenían en sus cerebros para hacer de nosotros excelentes médicos.
Lo mejor de la universidad es la ciudad y su gente. Popayán es perfecta para estudiar porque los payaneses saben brindar aquella calidez que se necesita cuando uno estudia lejos de casa.
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