Algunos dicen que Cien años de soledad ha pasado a la historia de la literatura universal, otros creemos firmemente que esta obra literaria sigue siendo la descripción vigente de ese Macondo que para bien o para mal no hemos dejado de ser en América Latina. Con los 50 años de la primera edición de Cien años de soledad llegaron los especiales y las críticas literarias, algunas tantas que repiten conclusiones sobre obras que tienen tantos años como esta, y otras que han decidido analizarla a la luz de la coyuntura actual. Ahora, más allá de las discrepancias que se hagan frente a la lectura del contexto actual, no cabe duda de que la exaltación y el reconocimiento de nuestra independencia cultural latinoamericana es un hecho que debemos agradecer en gran medida a esas letras que hace medio siglo se dieron a conocer y que para muchos cambiaron el rumbo de la literatura universal.

Sin embargo, un análisis que merece mayor atención y que ha sido abordado con superficialidad es la verdadera influencia que han tenido la vida y obra de Gabriel García Márquez en el Caribe colombiano, territorio que fue principal fuente de su inspiración y la musa de sus letras. Esa relación que debería ser inquebrantable entre la inmortalidad de un pueblo que ha sido descrito y leído alrededor del mundo, y aquel escritor que nació en sus entrañas y escribió lo humanamente indescriptible con la claridad con la que lo habrían hecho los dioses.

Muy difícilmente se puede ver esa influencia en el pueblo caribe, siempre que si bien muchos jóvenes escritores han decidido seguir por la corriente del realismo mágico bajo la influencia de las letras de García Márquez y de Cepeda Samudio, hay una percepción equivocada en la sociedad frente a lo que representa Macondo y el legado de su gran escritor. Su lectura, a pesar de ser obligatoria en las instituciones educativas, no ha llevado a que su pueblo entienda la magnitud y la complejidad de sus relatos, pero sí ha producido un efecto extraño como lo es idolatrar a un escritor inigualable al mismo nivel de un famoso cantante de pop.

El problema, claro está, no es la fama sino que esta responda verdaderamente a lo que merece ser, un reconocimiento real del pueblo que ha leído y analizado con mesura el contenido de esta obra, no solo para conocer la literatura universal, sino para entender su propia cultura relatada por uno de los suyos.

@tatidangond