Ya es oficial. Por primera vez desde su fundación hace 60 años, y un crecimiento continuo, la Unión Europea afronta la pérdida de uno de sus 28 estados miembros. El miércoles, el gobierno británico entregó en Bruselas la carta para pedir la activación del artículo 50 que define la salida de un país de la UE. “Los mejores días están por delante”, dijo la primera ministra Theresa May. Efectivamente, buena parte de la mayoría de británicos que votaron a favor del ‘bréxit’ el año pasado se dejó seducir por la idea de, parafrasenado a Donald Trump, “Let’s make Great Britain great again”. Sin embargo, lo que ocurrirá será todo lo contrario.
A partir de ahora, la UE y el Reino Unido tienen dos años para negociar los términos de la separación, un proceso que se antoja extremadamente tenso y que no dejará a ninguna parte satisfecha. Sin embargo, los británicos saldrán peor parados del divorcio. Hasta ahora el Reino Unido era el segundo país más grande de la Unión y junto con Alemania y Francia tenía una gran influencia para decidir sobre las políticas europeas. Esto, obviamente, ha acabado.
Peor aún, el país de su graciosa majestad corre serio riesgo de desintegrarse. El día antes de que May activara el artículo 50, el parlamento de Escocia votó con mayoría abrumadora a favor de que se celebre otro referéndum sobre la independencia del Reino Unido. En la consulta de 2014, la mayoría se había pronunciado a favor de permanecer juntos. Con el precedente de este referéndum, a May le resulta políticamente imposible negarles a los escoceses una segunda consulta, ya que el ‘brexit’ cambia el escenario –la gran mayoría de los votantes en Escocia rechazó la salida de la UE–.
A Escocia le podría seguir Irlanda del Norte, desde siempre dividido entre republicanos que pretenden la unión con Irlanda y unionistas. Ahora mismo, tras décadas de violencia en el norte, la frontera entre las dos partes de la isla esmeralda es casi invisible y, en muchos sentidos, Irlanda funciona como un solo país, por ejemplo en la gestión del agua y la energía o la promoción turística. Con el ‘brexit’ esta línea se convertirá en la frontera exterior de la UE y es posible que habrá que volver a poner aduanas y controles. No es descabellado pensar que, con el tiempo muchos unionistas acaben sumándose al deseo de formar parte de la República de Irlanda. Quedaría una Gran Bretaña compuesto por Inglaterra y Gales, todo menos “great”.
Incluso sin ese desmembramiento, el Reino Unido tendrá serios problemas económicos debido a su dependencia excesiva del sector financiero. Hasta ahora, Londres ha podido hacer valer su peso en Bruselas para frenar leyes que podrían perjudicar a la City de Londres. Pero sin los británicos, la UE podrá ir adelante con medidas para reducir la especulación y a la vez aislar a la City. Comprensiblemente, varios grandes bancos están planeando mover oficinas y empleados a Frankfurt y París. El ‘brexit’ ya ha comenzado.
@thiloschafer