Después del amor, la nueva película del director belga Joachim Lafosse, es un retrato realista e íntimo de la destrucción de una pareja después de 15 años de convivencia, que en ocasiones nos recuerda los pasajes introspectivos del cine de Ingmar Bergman.
Cuando el amor se acaba duele, y duele más aún si se ha construido una historia que incluye una familia, donde los hijos resultan siendo, sin querer, los más afectados, las víctimas inocentes. Esta situación ya la conocemos, la hemos visto infinidad de veces; sin embargo, el director la muestra con un impecable toque personal.
Los escenarios, que resultan claustrofóbicos, se limitan a una casa donde Marie (la excelente Berenice Bejo) vive con sus dos hijas, las adorables mellizas Jade y Margaux (Jade y Margaux Soentgens), y espera la partida de su pareja, Boris (Cedric Kahn), que no parece tener ningunas intenciones de irse.
Escrita por Lafosse en colaboración con Mazarine Pingeot (conocida en Francia por ser la hija secreta de Francois Mitterrand), Fanny Urdino y Thomas van Zuylen, el drama se concentra con particularidad en los quehaceres domésticos, que se convierten en motivo de tensión por el constante enfrentamiento de la pareja. Somos partícipes de la preparación de una cena, de la lavadora de ropa que se descompone y de las intromisiones de la madre de Marie (Marthe Keller), que, queriendo arreglar las cosas, sólo complica más la situación.
Boris tiene sus razones para no querer partir, y en esto radica lo particular del caso, que por algo lleva el nombre original L’Economie du couple (La economía de la pareja). A pesar de que pretende ser la parte débil y sentimental, Boris es firme en su intención de no mudarse a otra casa hasta no obtener un 50 por ciento de los haberes de Marie, o tal vez vislumbra alguna luz de esperanza de reconciliación, hecho que se percibe en la escena cumbre de un baile coreografiado por las niñas que involucra a los padres.
Pero Marie es la que impone las reglas, siendo la que ha soportado la carga económica, en su mayor parte. En este sentido, el juego típico donde la mujer manipula la cuestión económica a través de los hijos toma sabor y color diferente, lejos de lo que acostumbramos a ver.
A pesar del tono teatral del drama, la cinta resulta mucho más accesible que las producciones anteriores de este director, que se convierte cada vez más en un experto en situaciones de la vida privada como lo ha demostrado con Private Property (2006) y Our Children (2012).
La cinta se presentó en la Quincena de Realizadores del pasado Festival de Cine de Cannes, donde Lafosse ha participado anteriormente. Salimos de la presentación con la sensación de nostalgia que deja la ruptura, con el eterno e inexplicable interrogante de cómo es posible conjugar el amor y el odio por una misma persona con igual intensidad.