Los boxeadores amateur que intervinieron en los Olímpicos nos parece que han sido los de menos lucimiento. La mayoría terminaron en el ring brincando más que el ‘chivo de Gamarra’.
Los boxeadores amateur que intervinieron en los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro nos parece que han sido los de menos lucimiento. La gran mayoría de ellos terminan en el ring brincando más que el ‘chivo de Gamarra’. Y si fuera que se tratara de brincos hábiles, que los hay en el boxeo, pues vaya y vuelva, pero son brinquitos verticales, que de encontrar púgiles agresivos se llevarían una ingrata sorpresa.
Los brinquitos pertenecen en su totalidad a boxeadores que carecen de ‘punch’, porque el púgil pegador siempre manda sus golpes con la planta de los pies bien afirmados en la lona. Pero ahora los boxeadorcitos que pelean en un torneo olímpico, o de características olimpista, no les preocupa propinar ‘nocauts’ y solo tienen como mira los golpecitos que ganan puntos.
La responsabilidad de esta forma de boxear es de los entrenadores, que todos (como en Fuenteovejuna) enseñan lo mismo. Para que haya nocauts, primero se necesita rebajar el peso de los guantes que les asignan a esos ‘brincadorcitos’, que no se consigue con tantos ‘perros blancos’ como pululan en el boxeo aficionado de estos tiempos, porque con almohadones no se consiguen los emotivos ‘nocauts’ que tanta sal le ponen al boxeo.
Claro está que esta modificación es apenas una medida que no es que ayude mucho a que haya ‘nocauts’ como mango en los tiempos de la Isla de Cabica en Soledad.
Por lo demás, el boxeo amateur que se viera en cuestión de veinte o treinta años atrás, en delegaciones a eventos olímpicos de Cuba, Puerto Rico, Venezuela, República Dominicana y Colombia, que también los tuvimos de gran calidad, hoy son el sueño de una noche de verano, porque en materia de realidad, mejor es no seguir comentando.