Mientras Naciones Unidas plantea los Objetivos de Desarrollo Sostenible—entre otras, por iniciativa de Colombia— y este tema aparece en todos los discursos oficiales y del sector empresarial, lo que está sucediendo en Colombia es precisamente lo contrario: el desarrollo insostenible. La mejor prueba de ello es lo que se está denunciando actualmente sobre lo que está sucediendo en la Ciénaga Grande del Magdalena. Regresamos al año 1994, cuando este era el tema. No solo se trata de nuevo de la muerte de los manglares por esos errores cometidos por los grandes ingenieros de la Costa, en alianza con los políticos de siempre, sino de la severa crisis que generan precisamente en los pueblos palafíticos, que dependen básicamente de la pesca.

Hoy regresa el tema con la denuncia hecha por EL HERALDO pero que ya se veía venir, como lo había planteado el Foro Nacional Ambiental: el tema es el hambre y la emigración de esas poblaciones de estos pueblos que viven en medio de la Ciénaga, a los que se les dedicaron esfuerzos hace más de 20 años. También hace 20 años o más, la cooperación internacional y recursos del BID apoyaron la recuperación de los manglares y de la pesca, así como se abrieron nuevamente oficinas de entidades del Estado como el Sena para que atendieran a esa población en la miseria.

Para los que tuvimos que ver con la crisis del 94 no podemos creer que no solo se perdieron los esfuerzos nacionales e internacionales para recuperar la Ciénaga del Magdalena y apoyar a sus pobladores, sino que la situación actual es aún peor. Es decir, si de algo se puede vanagloriar Colombia es de tener pruebas fehacientes de cómo se hace el desarrollo insostenible. Y cuando se trata de encontrar la falla se llega a esta mediocre institucionalidad del país que sigue en manos de unos irresponsables políticos que la dominan y de unos subalternos vendidos, sumisos que no tiene idea de sus responsabilidades, entre otras, porque nadie les pasa una cuenta de cobro.

Dónde diablos ha estado el Ministerio del Medio Ambiente, al que han llegado muchos ministros que han pasado sin pena ni gloria por ese delicado cargo. Pero lo más grave es que, por enésima vez, Corpamag, la Corporación Autónoma del Magdalena bajo cuya jurisdicción está este problema, de nuevo le ha fallado a su departamento, a los pobladores de estos pueblos y al país. Y no le pasa nada. Ni a sus empleados ni a los politiqueros que la siguen controlando.

Otra vez, las aguas de la Ciénaga salinizadas; otras vez se fueron las instituciones del Gobierno y dejaron en el abandono a más de 100.000 personas de esta región. Otra vez toca empezar de cero, cuando la cooperación internacional y el BID pueden tener poco entusiasmo al comprobar cómo sus esfuerzos se perdieron, y hoy la situación es peor que antes. Este es solo uno, sino el peor, de los ejemplos del modelo de desarrollo insostenible que impera en Colombia.

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