Hace pocos días se dio a conocer la decisión de la Corte Suprema de Justicia sobre derechos patrimoniales en relaciones de concubinato. La defensa de esa idea patriarcal heteronormativa de familia salió lanza en ristre contra el fallo, pues de alguna manera la Corte le resta el carácter dominante y avasallador que tiene el matrimonio como implacable construcción patrimonial, como ejemplo de familia tradicional incuestionable, el centro de la sociedad, el anillo de orión, la luz de la vida, la tal sagrada familia.

Que los hombres tengan amantes no es tan peligroso como que esas amantes tengan derechos económicos. Ese sí es el acabose. Limitar el poder sobre los bienes materiales a la familia construida por el matrimonio, y apenas hace unos años a las uniones de hecho, es una forma de poner una suerte de anillos de Van Allen para la protección de esa figurita rosa del papá, la mamá y los hijos. Una hipocresía más de lo que somos. Esposas haciéndose las tontas, las desentendidas, para que ni siquiera la manifiesta consciencia de los hechos signifique una forma de legitimar la existencia de una relación paralela. Y claro, machos acomodados, que se sienten graciosos con varias mujeres cuando no pueden medianamente construir una relación de respeto con una. Sobre eso se equilibran muchas de estas ideas “perfectas” que conocemos. Si tiene una amante que nadie lo sepa, si tiene una amante que no le de nada, que no herede nada, que no tenga ningún reconocimiento por parte de la ley, y si se puede, que cuando el tipo se muera no vaya al funeral porque incluso el cuerpo sin vida se vuelve un pedazo de capital. Trozos de carne muerta como trofeo de la supremacía, de quién tiene el poder sobre el difunto.

La Corte considera que las uniones concubinarias también pueden ser fuente de un vínculo económico. En el caso específico se trata de una relación que coexistió a un vinculo matrimonial, pero que adquirió reconocimiento en los límites de una finca. Quienes trabajaban allí reconocían a la mujer como la señora, porque el señor la reconoció así, porque ella cuidó de él, de la propiedad, contribuyó con su trabajo, con sus cuidados, de la misma manera en la que se fundamentan las relaciones matrimoniales. No es lo mismo, claro está, pero la Corte reconoce el derecho subyacente.

El fallo dice que más allá de la carga despectiva con que por décadas se ha saturado a las uniones concubinarias, el concubinato encaja propiamente en el marco de la familia constituida por vínculos naturales. Duélale a quién le duela. Si bien el tema aplica para hombres y mujeres, por la manera en la que está estructurada esta penosa sociedad, sabemos que los derechos que están protegiéndose son los de mujeres. Más allá de abanderarnos como una liga de esposas a la defensiva, estamos obligados a pensar cómo esa idea totalitarista de familia se ha llevado a algunos por delante. Las concubinas también tienen derecho. ¿No quiere reconocérselos? Entonces, sencillo, no tenga concubina.

@ayolaclaudia
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