La ganadora del Nobel de Literatura 2015, la rusa Svetlana Alexiévich, a su paso por Colombia hace una semana resumió muy bien lo que sucedió en su país hace 30 años: “Chernobyl marcó un antes y un después. A partir de la catástrofe, nos estamos dando cuenta de que estamos en otra especie de guerra, que nos pone otros retos”.

Hablaba la nobel con conocimiento profundo del tema como quiera que el horror que conoció de cerca lo narró en su libro “Voces de Chernobyl” sobre que lo pasó el 26 de abril de 1986 en Prípiat (actualmente Ucrania). Por un error humano, durante la prueba de simulacro de un corte de suministro eléctrico, un aumento de potencia en el reactor 4 produjo el sobrecalentamiento del núcleo de esa unidad, lo que produjo la explosión del hidrógeno acumulado en su interior. Prípiat era el monumento al sueño socialista y una demostración de poder durante la guerra fría cuando la Unión Soviética trataba de competir con EE.UU. en todos los terrenos.

Este accidente Constituye uno de los mayores desastres medioambientales de la historia. No solo fueron la muerte directa de más de 40 personas y la evacuación de otras 116 mil sino también las alarmas en varios países de Europa Oriental y Central y las secuelas para millones de habitantes. Al menos 4 mil muertes por cáncer están asociadas a este accidente. Cuando Chernobyl empezaba a quedar en el olvido, se dio la tragedia de Fukushima (Japón) en 2011, que volvió a encender las alarmas.

Solo a partir de Chernobyl el mundo entendió los riesgos de las plantas nucleares y lo difícil que es su control. La prueba es que la amenaza persiste: lo que hay es un ‘sarcófago’ de toneladas de concreto que impide daños humanos, mientras se construye una especie de bóveda que lo mantendrá escondido por lo menos otros cien años.

A raíz de esa tragedia, que entre otras razones llevó al debilitamiento de la potencia soviética, el mundo está dando marcha atrás: en 1996 la energía nuclear proporcionaba el 17,6% de la electricidad mundial; hoy llega al 10,8%. Pero aún se está lejos de un consenso. Pese a que hace tres semanas la Comisión Europea planteó la necesidad de financiar el desmantelamiento de las centrales nucleares y gestionar el manejo de residuos radiactivos, los países no se ponen de acuerdo sobre su futuro.. Mientras Alemania suprimirá sus plantas a partir de 2022, Reino Unido e Inglaterra prolongan su decisión, en tanto que algunos de Europa Oriental --Polonia y Hungría, entre otros—alistan nuevos planes nucleares. El pragmatismo supera a la realidad y al miedo.

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