Recientemente pude leer en EL HERALDO una noticia referente a la polémica que se ha presentado con relación a las diferentes alternativas para el futuro del coliseo cubierto Humberto Perea. En síntesis, fueron valoradas diversas opiniones sobre las dos posibilidades que enfrenta el escenario deportivo: demolición o recuperación. Muchos de los juicios consignados en el artículo toman como criterio fundamental un informe, que no me quedó claro si ya está terminado o no, sobre la patología estructural del inmueble, y que podría determinar su suerte. En cualquier caso, sería muy triste que nos viésemos obligados a demoler el coliseo, estaríamos frente a una muestra más de nuestra tendencia a la desidia y el abandono.
No desconozco que en algunas ocasiones edificios queridos y emblemáticos deben dar paso a proyectos más modernos y que se ajusten a las nuevas realidades. Ejemplos como los del viejo estadio de los Yankees de Nueva York o el mítico estadio Wembley, en Londres, que era reconocido como “la catedral del fútbol”, que fueron demolidos para permitir el desarrollo de nuevas estructuras confirman que hay momentos en los que hay que aceptar los cambios que el paso del tiempo trae consigo. Los escenarios que he mencionado estaban en muy buenas condiciones cuando se tomó la decisión de demolerlos. La justificación para su derribo fue una relativa obsolescencia funcional y una sentida necesidad por aprovechar de mejor manera el legado histórico y el significado que tales estadios cargaban, además de estar ubicados en ciudades con economías estables y poderosas. En suma, se estaba persiguiendo un mejor y más sostenible aprovechamiento económico, no en vano los nuevos recintos conservaron los nombres originales.
Pero este no es el caso de nuestro coliseo. El viejo Humberto Perea fue inexplicablemente abandonado a su suerte hace años, cayéndose a pedazos frente a nuestra indolente mirada, en una actitud que no debería ser aceptada en ciudades con necesidades tan inquietantes como la nuestra. Siempre me ha sorprendido constatar cómo nos damos el lujo de perder infraestructuras de esta manera, por abandono, como si nos sobraran. Nunca comprenderé por qué nos cuesta tanto trabajo mantener lo que ya tenemos, valorar lo que con gran esfuerzo logramos construir, seguramente esta condición es una de las claves de nuestro atraso: es muy complicado tener que arrancar casi siempre de cero cada vez.
Si los dictámenes técnicos lo permiten, espero que el coliseo cubierto pueda ser recuperado, y seguir brindando sus servicios por décadas. La ciudad no debería estar frente al dilema de tener que escoger entre demolerlo o mantenerlo, el Humberto Perea es un escenario que vale la pena conservar por sus valores arquitectónicos, por su pasado y por su ubicación. Pero fundamentalmente, porque lo necesitamos, porque con un buen proyecto de recuperación varias de las ligas deportivas del Departamento podrían tener su sede allí, porque también podría ser un nodo cultural y recreativo. Y si necesitamos un coliseo más moderno, busquemos la manera de construirlo en los terrenos que circundan el estadio Metropolitano, una opción sensata e inmejorable. Creo que esta ciudad lo merece.
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@Moreno_Slagter