Leyendo la excelente columna de mi amigo Álvaro Villanueva en el periódico EL HERALDO, es pertinente insistir en resaltar la difícil situación de los habitantes de Tasajera y los municipios de Pueblo Viejo y Ciénaga.
Al conocer estos asentamientos humanos, especialmente Tasajera y Pueblo Viejo, cabe preguntarse: ¿Es posible vivir en peores condiciones que en las que habitan estas casi doscientas mil personas? En los últimos tiempos la ausencia de agua potable y las continuas interrupciones en el servicio de energía han colmado la paciencia de estas sufridas poblaciones. En las épocas de lluvia, por la ausencia de alcantarillado, se vierten heces fecales en las calles y múltiples enfermedades contagiosas los azotan sin compasión.
Por gentileza de un amigo cienaguero de corazón recibí el libro titulado Anotaciones para una historia de Ciénaga, de Ismael Correa Diazgranados, que resultó ser una lectura apasionante, especialmente por los apuntes históricos relacionados con la Independencia. San Juan de la Ciénaga fue una población que defendió el imperio español a sangre y fuego, y en los combates de Codo, Riofrío y Ciénaga –según el autor– “se registraron 1.392 muertes defendiendo a los realistas”. Al final de la batalla, en la plaza de Ciénaga, relata, “sólo encontraron ruinas, silencio de sepulcro y cadáveres de mujeres sobre el suelo del pueblo y de las inmediaciones”.
Para entender lo que ocurre en el presente, muchas veces hay que recurrir a la historia. Parece que los habitantes de Pueblo Viejo y Ciénaga sabían lo que el futuro les depararía. Hoy, al observar el abandono y la pobreza extrema en que se debaten cientos de familias de estas poblaciones, uno se pregunta si probablemente con los ‘realistas’ no les habría ido mejor.
Mientras se anuncia un puente de última generación y carreteras de doble calzada con viaductos para unir los departamentos de Atlántico y Magdalena, nuestros gobernantes no hacen ninguna alusión de cómo mejorar las condiciones de vida de estas poblaciones. Tantas veces se ha pasado por allí que, para muchos, es como si fuera una condición natural que los condenara a esa forma de existencia. Nadie los menciona y la única manera de que se hagan sentir es tomándose la vía, en un acto extremo de desesperación.
Es casi increíble pensar que en una región que tiene una gran riqueza agrícola, minera y pesquera haya tanta pobreza y desolación. Las gentes de Pueblo Viejo y Tasajera, y de los barrios pobres de Ciénaga, han sufrido todo tipo de privaciones. El hermoso paisaje de la ciénaga se desvanece ante la presencia de las viviendas precarias, el hacinamiento en su interior, la desnutrición de los niños, y muchas jóvenes menores de quince años con bebés en sus brazos. En resumen, a orillas de la hermosa Ciénaga Grande de Santa Marta, que fuera ‘realista’ en las luchas por la Independencia, miles de personas habitan en una situación de vida indigna de la condición humana, ante la indiferencia de nuestros gobernantes ‘patriotas’.
joseamaramar@yahoo.com