“¡Al fin parió Pabla!”, era un viejísimo refrán populachero de antigua Barranquilla, por un sonado caso con una tal Pabla llevada al hospital de caridad para que alumbrara, pero no había forma que eso sucediera. Pabla, doméstica en la casa de un rico por aquel entonces, pujaba y pujaba como le ordenaban las comadronas de la época, pero pasaban los días y la bendita Pabla nada que echara al mundanal ruido el fruto de sus entrañas, hasta que finalmente lo hizo, pero quedó el refrán con el cual encabezamos esta crónica.

De cierta forma el refrán también es aplicable al combate que librarán este sábado Floyd Mayweather y el filipino Manny Pacquiao. Igualmente estuvo amenazado de no efectuarse.

Inicialmente, cuando el promotor Bob Arum ofreció 50 millones de dólares a cada uno, el ofrecimiento estremeció a todo el medio boxístico. Esa suma no se le había ofrecido ni siquiera al ensoberbecido Muhammad Alí, como tampoco a protagonista alguno de los otros deportes que pululan por el mundo.

Aquella oferta no se estructuró por culpa del propio Mayweather, quien escucha únicamente a los consejeros de raza negra, quienes minimizaban oferta tan extraordinaria, para exigir normas nunca aplicadas en combates de boxeo, como era examen de sangre 15 días antes del ‘match’; un segundo examen faltando 72 horas; otro más al bajar del ring los boxeadores. Todo eso rastreándose una pizca de drogas en esos exámenes. Por supuesto le dijeron al exigente púgil que no se creyera Comisión de Boxeo, como al parecer se cree.

Fracasa esa oferta inicial. Ambos boxeadores tomaron sus respectivos rumbos. El campeón defendió su título ante un argentino que estuvo a punto de noquearlo con un recto de derecha al pecho. El Mayweather sintió aquello y cogió para una esquina, revelando que en materia de castigo él no es tan corajudo como se pudiera creer. Llegó la campana en su auxilio y aquel derechazo se desvaneció en sus efectos contraproducentes.

¿Y de Pacquiao qué? ¡Ay, hombre!, dicen los vallenatos. Se embarcó o lo embarcaron para que se enfrentara a un mejicano que es el campeón mundial de otra federación y este le metió ya bien avanzada la pelea otra recta, pero dirigida a la mandíbula, y vamos que al Pacquiao se le fueron las luces y quedó noqueado. Noqueado no es palabra, pues parecía muerto. Dos médicos subieron al ring y finalmente lo restablecieron, pero la fama del filipino se evaporó casi totalmente. Esta noche, luego de 2 victorias suyas contra unos fulanos, sube al ring de Las Vegas para su pelea cumbre.

¿Profecía para Pacquiao? No hay quien apueste a su mano, pero también hay que decir que un combate entre dos hombres y que no hay burro amarrado frente a tigre suelto, sino igualdad de lucha, cualquier cosa puede pasar. Y no digamos más, que ya mas no puede decirse. Lástima que no tengamos el nombre de algún santo filipino para encomendarle a Pacquiao, a ver como se faja el sábado.